Ichimame es una joven geisha de un viejo barrio de Kyoto que ha decidido levantar el velo que cubre el universo tan poco conocido de las célebres damas de compañía japonesas, y colocar sus secretos en un blog para así perpetuar la tradición.
Esta aprendiz de geisha (“maiko”), de tan sólo 18 años, se instala varias veces por semana ante su teclado, en el salón de una tradicional casa de té de Kyoto, al oeste de Japón, bañada de discretos efluvios de incienso.
Desde que abrió su propia bitácora (ichi.dreamblog.jp) hace poco más de un año –una primicia en el hermético mundo de las geishas–, miles de lectores de todas partes del planeta se conectan cada mes, desde Japón, Brasil y hasta Italia para conocer sus secretos. De este modo, los cibernautas siguen de cerca la vida cotidiana de la chica, desde su aprendizaje del canto, la danza, la música, el arte de la conversación, de la diversión y de la indumentaria, así como también acerca de comentarios más personales.
En particular, Ichimame describe la media hora que consagra cada día al maquillaje, usando el “oshiroi” (el polvo blanco) que se aplican en el rostro y cuello. “El oshiroi es diferente del maquillaje clásico –asegura–, yo humedezco el polvo con agua y me lo aplico extendiéndolo con cuidado en mi rostro, mi cuello y mi espalda, para destacar el amplio escote característico de las geishas. Agrego un toque de rojo y marrón en mis cejas y párpados, un poco de fondo rosado en los pómulos y completo con un lápiz de labios bermellón”.
Más secretos para continuar la tradición. Con sus revelaciones, Ichimame espera suscitar vocaciones y alentar a sus colegas sometidas al largo y arduo aprendizaje que dura seis años. “Espero dar un empujoncito a las chicas que quisieran ser una maiko”, subraya, vestida con un kimono verde-limón (color que simboliza el final del otoño) que contrasta armoniosamente con la blancura de su rostro.
Esta aprendiz de geisha (“maiko”), de tan sólo 18 años, se instala varias veces por semana ante su teclado, en el salón de una tradicional casa de té de Kyoto, al oeste de Japón, bañada de discretos efluvios de incienso.
Desde que abrió su propia bitácora (ichi.dreamblog.jp) hace poco más de un año –una primicia en el hermético mundo de las geishas–, miles de lectores de todas partes del planeta se conectan cada mes, desde Japón, Brasil y hasta Italia para conocer sus secretos. De este modo, los cibernautas siguen de cerca la vida cotidiana de la chica, desde su aprendizaje del canto, la danza, la música, el arte de la conversación, de la diversión y de la indumentaria, así como también acerca de comentarios más personales.
En particular, Ichimame describe la media hora que consagra cada día al maquillaje, usando el “oshiroi” (el polvo blanco) que se aplican en el rostro y cuello. “El oshiroi es diferente del maquillaje clásico –asegura–, yo humedezco el polvo con agua y me lo aplico extendiéndolo con cuidado en mi rostro, mi cuello y mi espalda, para destacar el amplio escote característico de las geishas. Agrego un toque de rojo y marrón en mis cejas y párpados, un poco de fondo rosado en los pómulos y completo con un lápiz de labios bermellón”.
Más secretos para continuar la tradición. Con sus revelaciones, Ichimame espera suscitar vocaciones y alentar a sus colegas sometidas al largo y arduo aprendizaje que dura seis años. “Espero dar un empujoncito a las chicas que quisieran ser una maiko”, subraya, vestida con un kimono verde-limón (color que simboliza el final del otoño) que contrasta armoniosamente con la blancura de su rostro.