A mí siempre me ponen muy cachondo las resacas, no para besar ni chupar, sino para echar un polvo sin contemplaciones. Joder es la mejor cura para las resacas.
Malditas mujeres, están más allá de toda razón.
La bondad podía encontrarse a veces en el centro del infierno.
Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma (...).
A mí también me gustaba joder, pero para mí no era una religión. Había en ello demasiadas cosas ridículas y trágicas.
No soy una persona completa, soy la caricatura urbana de un hombre. Más o menos una fallida escultura de mierda sin nada absolutamente que ofrecer.
La mejor mujer que había conocido jamás y había dejado que se esfumase. Me merecía la derrota, merecía morir solo en un asilo mental.
Uno simplemente se cansaba de estar manteniendo apartado al amor y lo dejaba venir porque a algún lado tenía que ir.
Yo no quería ser interesante, de todos modos, era algo muy duro.
Refulgía de sexo. Incluso las cucarachas y las hormigas y las moscas querían jodérsela.
¿De dónde venían las mujeres? La reserva era inacabable. Cada una de ellas era individual, diferente. Sus chochos era diferentes, sus besos eran diferentes, sus pechos eran diferentes, pero ningún hombre podía bebérselas todas, eran demasiadas, cruzando sus piernas, volviendo locos a los hombres. ¡Vaya festín!
Dios y yo no siempre elegimos el mismo caballo.
Si tuviese que elegir entre beber y joder, creo que dejaría de joder.
El amor está bien para aquellos que pueden soportar una sobrecarga psíquica. Es como tratar de llevar sobre tus espaldas un cubo lleno de basura a través de una enorme riada de orina.
La gente tenía que encontrar cosas que hacer mientras esperaba la muerte.
Ese es el mayor problema con la bebida, pensé, mientras me servía un trago. Si ocurre algo malo, bebes para olvidarlo; si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo; y si no pasa nada, bebes para que pase algo.
Vivir hasta que te mueres es un trabajo duro.
- ¿(...) Crees que el beber ayuda a la gente a escribir?
- No. Yo sólo soy un alcohólico que se hizo escritor para poder quedarme en la cama hasta el mediodía.
Mientras los hombres veían el fútbol o bebían cerveza o jugaban a los bolos, ellas, las mujeres, pensaban en nosotros, concentrándose, estudiando, decidiendo si aceptarnos, descartarnos, cambiarnos, matarnos o simplemente abandonarnos. Al final no importaba, hicieran lo que hicieran, acabábamos locos y solos.
Un buen escritor sabe cuándo no escribir.
Pocas mujeres hermosas deseaban mostrar en público que pertenecían a algún hombre.
El resto de nosotros viviría tranquilo hasta que los pobres aprendiesen a construir bombas atómicas en sus sótanos.
Besar es más íntimo que joder. Por eso nunca me gustaba que mis novias besaran a los hombres. Hubiera preferido que se los jodiesen.
Cada mujer es diferente. Básicamente parece que sean una combinación de lo mejor y lo peor, lo mágico y lo terrible. Estoy contento de que existan. de todas maneras.
¿Debería haberla cogido por banda? ¿Un hombre cómo podía saberlo? Generalmente, decidí, era mejor esperar, si importaban los sentimientos personales. Si las odiabas de primeras, era mejor jodértelas de entrada; si no, era mejor esperar, luego jodértelas y odiarlas más tarde.
Yo siempre disfrutaba más estando en casas de mujeres que cuando ellas estaban en mi casa. Cuando estaba en sus casas siempre me podía marchar.
Nos quedamos dormidos, con su mano agarrándome la polla y mis manos en sus tetas. Mi polla se bajó, sus tetas siguieron firmes.
- ¿Cree usted en la bravura?
- Me gusta verla donde sea, en animales, pájaros, reptiles, humanos.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué? Me hace sentir bien. Es una cuestión de estilo frente a algo sin arreglo.
Era, al final, para cada uno, cuestión de esperar. Esperabas y esperabas, para el hospital, el doctor, el fontanero, el manicomio, la cárcel, a que papá se matase.
Muerte en la playa. Sólo respirar, llevar sandalias y pretender que éste era un mundo agradable.
Las simpáticas jodían mejor, la verdad, y después de pasar un tiempo con ellas parecían más hermosas, porque lo eran.
Cuantos más ríos cruzabas, más sabías de ríos, es decir si sobrevivías a las turbulencias y a las rocas ocultas.
Era extraño, pero todo el mundo tenía un culo.
Entré en el baño y contemplé mi cara. Horrible. Me quité algunas canas de la barba y algo del pelo de alrededor de las orejas. Hola, muerte.
Había tanta tristeza en todas las cosas, incluso cuando las cosas iban bien.
Probablemente no pensaban nada de eso, pero un hombre se hace paranoico cuando pasa 300 resacas al año.
- Creo que necesito un trago.
- Casi todo el mundo lo necesita, sólo que no lo sabe.
La gente amoral suele considerarse más libre, pero a menudo carecen de la capacidad de sentir o de amar.