October 10, 2006
Viaje mágico y misterioso
En agosto de 1976 salió a la calle El expreso imaginario, una revista cultural que hablaba de ecología, arte, poesía y rock en plena represión. Lernoud, Rosso y Kleiman recuerdan aquellos días y se diferencian de la izquierda combativa.
La dictadura militar de Jorge Rafael Videla, Eduardo Massera y Orlando Agosti, que usurpó el orden constitucional entre marzo de 1976 y diciembre de 1983, fue tan bruta como sangrienta: no sólo desapareció a 30 mil personas, incrementó de siete mil a 45 mil millones de dólares la deuda externa o hirió de muerte al aparato productivo; también prohibió libros como El principito y hasta llegó a desmantelar un stand de la Feria del Libro porque estaba en exhibición un ejemplar de La cuba electrolítica.
Los diarios de mayor tirada miraron para otro lado en un principio (“Nuevo gobierno”, tituló Clarín el 24 de marzo), para luego ser meros cómplices, ya sea por miedo o por ciertos favores de la Junta, como la escandalosa venta del monopolio del papel prensa. Una excepción fue El Buenos Aires Herald, que si bien fue benévolo con la política económica del ministro de Economía José Martínez de Hoz, criticó las violaciones a los derechos humanos. Algunas revistas llevaron su adicción al régimen a niveles impresentables (Somos, Gente);otras, a través de la ironía, lanzaban dardos certeros (Humor, Satiricón).
En agosto de 1976 salió por primera vez El expreso imaginario, una revista cultural cuya misión sería divulgar la poesía, el arte, la ecología y el rock. Jorge Pistocchi venía trabajando la idea desde Mordisco, otra publicación de rock fundada en marzo de 1974. “Pero la guita aparece recién en 1976, cuando el abogado de Luis Alberto Spinetta, Alberto Ohanian, decide financiarla. Y cae justo el golpe. Nosotros sabíamos que de religión y de drogas no podíamos hablar, porque existía la Triple A. Después de marzo, de política tampoco”, afirmo Pipo Lernoud, uno de los directores.
En esa trinchera, en donde no se lanzaban bombas, pero tampoco de bailaba al compás de la dictadura, El expreso encontró refugio junto a otras manifestaciones populares, como los cantos de las hinchadas de fútbol, o la murga Los magos de Saavedra, que en tono picaresco se reían de Martínez de Hoz. “Yo, ante la violencia de los 70’ prefería pararme en un lugar pacífico, era eso o darle de comer a los leones”, dijo Pistocchi en una nota en 1996 a Tres Puntos.
En las páginas del Expreso se podía leer sobre poesía aborigen, la obra de Paul Gauguin o la música del brasileño Remeto Pascoal. Hasta fueron publicadas notas sobre aborto, anticonceptivos y partos naturales. Horacio Fontova era el encargado del diseño gráfico, con dibujos de su autoría, y algunos números traían láminas a color con reproducciones de cuadros de Antonio Berni o Xul Solar.
“Hablábamos de cuestiones metapolíticas. Era absurdo desafiar al aparato militar de frente. Me imagino que algún milico un poco más inteligente que la media nos habrá querido prohibir, pero creo que hasta ellos tenían que tener cierta base racional. De última nos dejaban porque nos creían unos loquitos”, dice Alfredo Rosso, redactor y traductor de las notas que la revista tomaba prestada, sin pagar un peso, de otras publicaciones internacionales.
“Los milicos no detectaron el alcance del Expreso. La identificación de la gente iba más allá de lo que se pudiera tener con una revista. Había cartas de presos, que no publicábamos por razones obvias, que nos decían que éramos un resplandor en el medio de la oscuridad”, revela Rosso.
La prehistoria de este proyecto se podría ubicar en una editorial escrita por Lernoud y Moris a mitad de los 60’ para una publicación que nunca vio la luz y que devino en un panfleto que circuló por el Bar Moderno. “El intelectual porteño es el animal más inútil del universo. Se muere en un café, resolviendo complicadas abstracciones, vestido de cadáver, mientras a su lado la vida en colores. Hace marxismo de entrecasa”, denunciaba ese documento.
El expreso, ironía cruel, nació y murió con la dictadura. En esos seis años hubo tres etapas bien diferenciadas. La primera duró hasta 1979, cuando Pistocchi da el portazo y junto Ralph Rothschild –hoy editor de La Mano- publican Zas y luego Pan Caliente. Ohanian se queda con la marca y le entrega el mando a Lernoud, quien la dirige por dos años, hasta la entrada en escena de Roberto Pettinato. “La ideología de la revista se va con Pistocchi a Pan Caliente, como se ve en la tapa con los tomatazos a John Travolta en plena fiebre disco”, comenta Rosso. Después hubo dos intentos de resurgir la revista, cuando Pistocchi recuperó el nombre, pero no prosperaron.
Ningún número fue censurado, ni siquiera el de la tapa con payador perseguido Atahualpa Yupanqui. Lernoud cree que fue gracia a la ignorancia de los militares: “Pensaban que el rock no era comunista y como venía de Estados Unidos o Inglaterra no era muy malo. Nos menospreciaban”. Para Claudio Kleiman, otros de los redactores del Expreso, el motivo fundamental fue que eran “incensurables”. “Al ser no violentos, al no tener una opinión directamente política, los milicos no sabían cómo encuadrarnos. En esos días Charly García cantaba con La Máquinas de hacer pájaros la canción ¿Qué se puede hacer ahora salvo ver películas? Esa forma de decir las cosas era imposible de prohibir”.
“Aunque siempre había autocensura –aclara Lernoud- porque, si bien el rock no tuvo desaparecidos, sí hubo persecuciones y exilios como los de Litto Nebbia y León Gieco. Algunas cosas se escapaban, como una vez que publicamos fotos de mujeres desnudas, bajo la excusa de que el enfoque era antropológico”. Entre risas recuerda que una colega de Para Ti no podía creer que le “dejaran pasar esas cosas”. El reproche es lógico si se tiene en cuenta que la revista de la mujer argentina defendía con uñas y dientes el terrorismo estatal.
“En la época del Mundial traduje un nota a Rod Stewart, fanático del fútbol –recuerda Rosso-, donde entre otras cosas dijo que no comprendía porqué se la criticaba a la sociedad argentina, si acá estaba todo bárbaro. Eso salió publicado porque no se lo pudo parar, pero me cagaron a pedos. Loco ¿no te das cuenta lo que está pasando?, me gritó Pistocchi. Nunca la revista fue complaciente con el poder”.
El discurso que Massera dio en la Universidad del Salvador el 26 de noviembre de 1977, en donde transforma al rock en sinónimo de subversión, revela el camino que tomarían los dinosaurios. Ya en mayo de ese año el gobernador de Buenos Aires, Ibérico Saint Jean, había anticipado el plan en un tono poco sutil: “Primero eliminaremos a los subversivos, después a los cómplices, luego a sus simpatizantes. Por último, a los indiferentes y a los tibios”. “A partir de ahí empezamos a tener miedo”, confiesa Lernoud. Pero a pesar del máximo cuidado que tenían, a veces recibían “visitas raras”. Al respecto, Kleiman recuerda: “Una vez un tipo estuvo todo el día mirando con un prismático desde la ventana del edifico de enfrente a la redacción. Pero como después no pasó nada, no sé si era de los servicios o un lunático”.
El Expreso y la guerrilla tenían un enemigo en común, pero pocas cosas en común entre ellos. La vida que proponía la revista no encajaba con el militarismo que se impulsaba desde el seno de Montoneros o ERP, en donde las drogas o el sexo libre eran considerados una distracción burguesa.
Lernoud comenta que la izquierda dogmática acusaba al rock de “imperialista” y dispara: Si ellos hubieran tomado el poder, tal vez también nos hubieran perseguido, porque El Expreso defendía la libertad cultural, sin ataduras partidarias”. “No sé si estoy de acuerdo. Por ahí eso que dice Pipo se daba en las cúpulas, pero no en las bases, que sí escuchaban rock y que caían presas a la salida de los Luna Park que se hicieron en el 76’, en donde siempre los milicos llenaban colectivos con detenidos”, reflexiona Kleiman. Rosso inclina la balanza a favor de Lernoud: “La miopía de los partidos de izquierda con el rock ha sido histórica”. En lo que sí coinciden los tres es que la revista nunca fomentó una revolución anticapitalista.
En el número de septiembre de 1979, Almendra publicó un aviso a página completa, en alusión a su vuelta a los escenarios: “Necesitamos una región de poesía y música que desbarate, que confunda. Que ilumine, que desborde, que enceguezca. Necesitamos hacer sonar una campana, para que su sonido nos sacuda y nos inunde. Para seguir estando aquí y cantar por una generación fumigada. El actual es un estado depresivo. Pero resurgir no es desaparecer”. En sus primeros seis años de vida, El expreso imaginario no traicionó ni una sola coma de esa declaración de principios
Síndrome Collyer bros.

A menudo se les cita como ejemplo paradigmático de hoarding compulsivo asociado a un desorden obsesivo-compulsivo, así como al Síndrome Hermanos Collyer, el miedo a tirar cualquier objeto.
Durante décadas circularon rumores sobre estos dos hombres en paro, que raramente salían, y sobre su casa en el 2078 de la Quinta Avenida (esquina con la calle 128), donde almacenaban de forma obsesiva periódicos, libros, muebles, instrumentos musicales y muchos otros objetos, con trampas anti-persona en los pasillos y puertas para protegerse de los intrusos.
Ambos fueron encontrados muertos en la casa en la que habían vivido como ermitaños, rodeados de más de una tonelada de basura que habían ido acumulando durante décadas.
October 7, 2006
John Mayall & the Bluesbreakers
John Mayall nació el 29 de Noviembre de 1933 en Macclesfield, un pequeño pueblo inglés cercano al centro industrial de Manchester. El mayor de tres hermanos de una humilde familia trabajadora, este flaco inglés creció escuchando la inmensa colección de jazz de su padre para caer rendido a los pies del blues. Fuertemente influido por los grandes, como Leadbelly, Albert Ammons, Pinetop Smith y Eddie Land, a los 13 años se convirtió en un autodidacta del piano de su vecino, de guitarras prestadas y de harmónicas de segunda mano.
El primer contacto de John Mayall con la fama no fue por su música. Siendo un adolescente, decidió mudarse y, dando cuenta ya de las excentricidades personales y las cualidades artísticas que se han sumado a su leyenda, se trasladó a la caseta del jardín de su casa. Esto le hizo obtener la suficiente notoriedad como para ganarse la atención de los diarios. Y aún más todavía, ya que, de vuelta a casa, tras pasar una temporada en Korea, se llevó a su primera esposa, Pamela, a vivir con él allí.
Durante el tiempo que dedicó sus esfuerzos a estudiar en un instituto de arte, a pasarse tres años con la Armada inglesa en Korea y desarrollando una exitosa carrera como diseñador gráfico, su manera de cantar y tocar blues pasaron a segundo plano, hasta que cumplió 30. Desde 1956 a 1962, John actuó liderando dos bandas por puro hobbie: The Powerhouse Four y, más tarde, The Blues Syndicate. Fue entonces cuando los Blues Incorporated de Alexis Korner se convirtieron en pioneros de lo que se habría de llamar el "boom del blues británico" de finales de los '60. Alexis animó y ayudó a John a mudarse a Londres, donde pronto se aseguró tantos conciertos en clubs como para poder hacerse profesional bajo el nombre de John Mayall's Bluesbreakers.
Después de que Clapton y Jack Bruce dejaran la banda para formar Cream, toda una ristra de músicos definieron sus raíces artísticas bajo el liderazgo de John, quien se hizo conocido tanto por descubrir nuevos talentos como por sus contundentes interpretaciones del apasionado estilo del blues de Chicago con el que había crecido. Mientras unos miembros se iban a formar sus propios grupos, otros ocupaban su lugar. Peter Green, John McVie y Mick Fleetwood se convirtieron en Fleetwood Mac. Andy Fraser formó Free y Mick Taylor se unió a los Rolling Stones. Como Eric Claptón afirmó, "John Mayall ha dirigido una escuela de músicos realmente increíble."
En 1969, con una popularidad incipiente en los EEUU, John causó una especie de revuelo con el lanzamiento del directo acústico sin batería titulado The Turning Point, del cual el tema "Room To Move" se vió destinado a convertirse en un clásico del rock. Obtuvo un disco de oro por este álbum. Motivado por el clima y la cultura de la Costa Oeste, John se mudó permanentemente de Inglaterra a Laurel Canyon, en Los Angeles, y comenzó a montar bandas con músicos americanos. Durante los '70, John fue aún más reverenciado por sus innovaciones jazz/rock/blues junto a músicos de la talla de Blue Mitchell, Red Holloway, Larry Taylor y Harvey Mandel. También acompañó a grandes del blues como John Lee Hooker, T-Bone Walker y Sonny Boy Williamson en sus primeras giras por clubs ingleses.
1979 fue un año crucial, de transición, para John Mayall, tanto personal como profesionalmente. Con el clima de audiencia bajo de forma para la música blues, Mayall luchó para mantener a flote su carrera discográfica y en directo. Personalmente, sin embargo, inició una relación de más de 20 años de matrimonio con su actual esposa, Maggie Parker, una cantautora de Chicago que había sido contratada por la banda de Harvey Mandelas como apoyo de Mayallas. Una infortunio extremo le sobrevino cuando un repentino incendio destruyó su legendario hogar de Laurel Canyon, construida a mano, llevándose consigo sus diarios guardados escrupulosamente, los diarios de su padre, másters de grabaciones, su gran colección de libros y revistas, los diseños gráficos de John Mayall y mucho más. Decidido a levantarse de entre las cenizas, Mayall perseveró.
Motivado por la nostalgia y los buenos recuerdos, en 1982, John (junto con Mick Taylor y John McVie) decidió reformar los Bluesbreakers originales para realizar un par de giras y grabar un concierto bajo el título de Blues Alive, en el cual aparecería Albert King, Buddy Guy, Junior Wells, Etta James y Sippie Wallace, entre otros. Una nueva generación de seguidores pudo hacerse una idea de cómo sonaba su directo dos décadas atrás, en plena explosión del blues británico. En el momento en que Mick y John regresaron a sus respectivas carreras, la reacción del público convenció a John Mayall para volver a sus raíces de blues de carretera. Ya que John McVie volvió con Fleetwood Mac y Mick reemprendió su carrera en solitario, Mayall regresó a Los Angeles para seleccionar candidatos para unirse a una nueva encarnación de los Bluesbreakers. Oficialmente en marcha en 1984, la formación incluía grandes promesas por méritos propios, como Coco Montoya y Walter Trout, así como el batería Joe Yuele, quien hoy en dia sigue siendo el cimiento rítmico de John.
Con una creciente popularidad año tras año, los 90 comenzaron con el lanzamiento de algunos álbumes de John Mayall que han establecido nuevos estándards del blues-rock. Behind The Iron Curtain, Chicago Line, A Sense of Place y Wake Up Call, nominado a un Grammy y en el que colaboraron Buddy Guy, Mavis Staples, Albert Collins y Mick Taylor. En 1993, el guitarrista texano Buddy Whittington se unió a los Bluesbreakers y, durante los últimos 7 años, ha dado energía a la banda con sus apasionadas y genuinas ideas. Debutando en el álbum Spinning Coin, ha demostrado estar a la altura sobradamente con respecto a sus predecesores. Desde entonces, John lanzó otros dos clásicos modernos: Blues For The Lost Days y Padlock On The Blues, este último coproducido por John y su esposa, Maggies y con la colaboración con la gran leyenda del blues John Lee Hooker, quien ha sido gran amigo de Mayall desde los '60. Estos álbumes han obtenido excelentes críticas, clamor popular y representan la maestría actual del blues de John y su continuada importancia dentro de la música contemporánea. Además, ha lanzado tres CD's sólo disponibles en su nueva página web: Time Capsule (con actuaciones antológicas realizadas entre 1957 y 1962), UK Tour 2K (grabaciones en vivo de los Bluesbreakers durante su gira británica del 2000) y una selección de actuaciones en solitario de John titulada Boggie Woogie Man. Mayall continúa esforzándose para permanecer fiel a la música atemporal que inspiró a este pequeño delgaducho inglés para aprender por sí mismo a tocar la guitarra, la harmónica y el piano hace tantos años.
En su lanzamiento del 2001 (bajo el motivo de "John Mayall and Friends"), Along For The Ride, Mayall se reunió con algunos de sus viejos compañeros, incluyendo a Peter Green, Mick Taylor, Mick Fleetwood y John McVie, así como Billy Gibbons (ZZ Top), Johny Lang, la banda de Steve Ray Vaughan y Shannon Curfman para un despliegue asombroso del mejor blues.
Producido por David Z, este álbum contiene duetos de Mayall con el gigante del soul Billy Preston, la leyenda del blues Otis Rush y la joven estrella del blues/rock Shannon Curfman. Along For The Ride también presenta la primera aparición en conjunto en 30 años de los Bluesbreakers Peter Green, Mick Fleetwood y John McVie, quien apereció junto a miembros de los Fleetwood Mac originales.
Continuando la línea de este álbum, Mayall amplió la formación de los Bluesbreakers a 5 miembros, incorporando al teclista Tom Canning, mientras Hank Van Sickle dirige la banda al bajo, con los veteranos Joe Yuele y Buddy Whittington completando tan poderosa agrupación.
Justo después de la gira de presentación del álbum, Mayall volvió al estudio en Febrero del 2002 con los Bluesbreakers. Esta vez grabaron un disco de los Bluesbreakers, sin artistas invitados, de nuevo producidos por David Z. La salida fue el 27 de Agosto del 2002 bajo el título de Stories, que debutó en el Billboard de blues en el número 1.
John Mayall & the Bluesbreakers continúan un año más con la gira de promoción de este increíble álbum y están planeando proyectos muy atractivos para fechas próximas. En cuanto a la persona en cuestión, padre de 6 hijos y abuelo de 6 nietos, a sus recién cumplidos 70, John Mayall no muestra ni un solo signo de debilidad y piensa seguir manteniendo vivo el blues durante muchos años. Su última señal de buena forma es el nuevo CD/DVD commemorativo en directo, 70th Birthday Concert, grabado en directo el 19 de Julio del 2003 junto a Mick Taylor, Eric Clapton y Chris Barber.
Más: www.johnmayall.com
Frases hechas
Salvarse por un pelo
Antiguamente muchos marineros no sabían nadar, por eso era costumbre que dejaran crecerse muy largo el pelo, así, si caían al mar los agarraran “por los pelos” para salvarlos.
Vale una bicoca
En la población italiana Bicoca el emperador Carlos V libró una batalla contra Francisco I de Francia en 1522, la victoria fue tan fácil para los españoles que la palabra bicoca pasó al diccionario como sinónimo de algo de fácil obtención y de poco valor.
No saber ni jota
La jota de nuestro idioma procede, en su nombre, de la iota griega, y esta a su vez, de la iod de algunas lenguas semíticas, como el hebreo y el caldeo. Esta iod es la letra más pequeña y de trazo más sencillo, trazo que aparece en muchas más letras, de forma que, quien no sabe hacer la iod no está capacitado para trazar ninguna de las restantes letras, o sea, es prácticamente analfabeto.
Hay gato encerrado
Allá por los siglos XVI y XVII era costumbre guardar el dinero en gatos, o lo que es lo mismo, en bolsas hechas con piel de gato. A los ávaros, incluso, se les llamaba ata gatos. Esas bolsas, a su vez, se escondían, se encerraban cuidadosamente, de aquí el origen de la expresión. Es reseñable y curioso el hecho de que en esa época a los ladrones se les llamaba también gatos, por ser, precisamente, una de sus ocupaciones robar las bolsas de pellejo de gato.
Las paredes oyen
Esta expresión proverbial nació en Francia y procede de la persecución contra los hugonotes que culminó con la matanza de la noche de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572. Cuentan los cronistas que la reina Catalina de Médicis (1519-1589), esposa de Enrique II, rey de Francia, era muy desconfiada y persecutora implacable de los hugonotes. Para poder escuchar mejor a las personas de las que más sospechaba, mandó practicar una red de taladros, hábilmente disimulados entre las molduras, en las paredes y techos del Palacio Real. Este sistema de espionaje dio origen a la frase las paredes oyen, a la que recurrimos para advertir la prudencia y precaución con que debemos decir lo que puede comprometernos o involucrar a otras personas.
Tener muchos humos
Hoy en día, este modismo se utiliza para designar a las personas que se comportan con altivez, vanidad, presunción o engreimiento desmesurados. También se emplea como reproche hacia quienes aparentan un nivel social o económico que en realidad no les corresponde. En tales casos se suele recurrir a algunas de estas frases: ¡Vaya humos que se gasta! y ¡Se le han subido los humos a la cabeza! Parece ser que el origen de la expresión proviene de una costumbre bastante común entre las familias distinguidas de la antigua Roma, como atestigua Joaquín Bastús en su obra “La sabiduría de las naciones (1862)”. Las familias solían colocar en el atrio de la casa los retratos o bustos tallados en piedra de sus antepasados: padres, abuelos, bisabuelos, hermanos, tíos, etc. Con el paso del tiempo, las imágenes más antiguas iban adquiriendo un color oscuro por efecto del polvo, los humos y la contaminación. De este modo, los atrios con más imágenes renegridas o con más humos simbolizaban un mayor poderío familiar y un cierto tono aristocrático del que se alardeaba con frecuencia.
Quien se fue a Sevilla perdió su silla
Este dicho debió de originarse del siguiente hecho histórico que refiere Diego Enríquez del Castillo en su Crónica del rey Enrique IV (caps. 26 y 54):En tiempos de Enrique IV le fue concedido el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del arzobispo de Sevilla, don Alonso de Fonseca, y como el reino de Galicia estaba muy alterado, creyó el electo que el tomar posesión iba a costarle Dios y ayuda. Pidióselo su tío, y éste convino en que iría él a Santiago a pacificar Galicia, y que mientras tanto quedase su sobrino en el arzobispado de Sevilla. Don Alonso de Fonseca restableció el sosiego en la revuelta diócesis de Santiago; pero cuando trató de deshacer el trueque con su sobrino, éste se resistió a dejar la silla hispalense. Hubo necesidad, para apearle de su resolución, no sólo de un mandamiento del Papa, sino de que interviniese el rey y de que altos partidarios del sobrino de Fonseca fuesen ahorcados después breve proceso.
Mandar a la porra
Antiguamente, en el ámbito militar, el soldado que ejecutaba el tambor mayor del regimiento llevaba un largo bastón, con el puño de plata y mucha historia detrás, al que se llamaba “porra”. Por lo general, este bastón era clavado en un lugar alejado del campamento y señalaba el lugar al que debía acudir el soldado que era castigado con arresto: “Vaya usted a la porra”, le gritaba el oficial y el soldado, efectivamente, se dirigía a ese lugar y permanecía allí durante el tiempo que se mantenía el castigo. Posteriormente, fue cambiada la forma de castigo, pero la expresión mandar a la porra quedó en el uso del lenguaje del pueblo con un matiz netamente despectivo.
Meterse en camisa de once varas
La locución tuvo su origen en el ritual de adopción de un niño, en la Edad Media. El padre adoptante debía meter al niño adoptado dentro de una manga muy holgada de una camisa de gran tamaño tejida al efecto, sacando al pequeño por la cabeza o cuello de la prenda. Una vez recuperado el niño, el padre le daba un fuerte beso en la frente como prueba de su paternidad aceptada. La vara (835,9 mm) era una barra de madera o metal que servía para medir cualquier cosa y la alusión a las once varas es para exagerar la dimensión de la camisa que, si bien era grande, no podía medir tanto como once varas (serían más de nueve metros). La expresión “meterse en camisa de once varas” se aplica para advertir sobre la inconveniencia de complicarse innecesariamente la vida.
Ser chivo expiatorio
Este dicho proviene de una práctica ritual de los antiguos judíos, por la que el Gran Sacerdote, purificado y vestido de blanco para la celebración del Día de la Expiación (”purificación de las culpas por medio de un sacrificio”) elegía dos machos cabríos, echaba a suerte el sacrificio de uno, en nombre del pueblo de Israel y ponía las manos sobre la cabeza del animal elegido -llamado el Azazel- al que se le imputaban todos los pecados y abominaciones del pueblo israelita. Luego de esta ceremonia, el macho sobreviviente era devuelto al campo por un acólito y abandonado a su suerte, en el valle de Tofet, donde la gente lo perseguía entre gritos, insultos y pedradas. Por extensión, la expresión “ser el chivo expiatorio” adquirió entre nosotros el valor de hacer caer una culpa colectiva sobre alguien en particular, aun cuando no siempre éste haya sido el responsable de tal falta.
Tirar la casa por la ventana
Se dice cuando una persona comienza a tener grandes gastos, superiores a los que acostumbraba. El origen de esta frase se encuentra en la costumbre que existía en el siglo XIX de tirar, literalmente, por la ventana los enseres de una casa cuando a alguien le tocaba la lotería nacional.
Hacerse el sueco
Su significado, es conocido por todos: Es hacerse el desentendido. No hacer caso alguno a los cargos o reflexiones que se le hagan. Dicho de otro modo también, “hacerse el tonto”. Su origen es el siguiente: Como tantos otros, se dice así erroneamente por mimetismo fonético y no proviene de los suecos de Suecia sino de la palabra latina soccus: especie de pantufla empleada por las mujeres y los comediantes. De hecho, soccus era el calzado que en el teatro romano antiguo llevaban los cómicos, a diferencia del coturno con el que elevaban su estatura los trágicos. De soccus viene zueco (zapato de madera de una pieza), zocato (zurdo) y zoquete (tarugo de madera corto y grueso), palabra ésta que se aplica al hombre torpe y obtuso. De aquí que, hacerse el sueco, equivalga a hacerse el torpe, el tonto, el que no entiende lo que se le dice.
Poner los puntos sobre las íes
Cuando en el siglo XVI se adoptaron los caracteres góticos era fácil que dos íes se confundieran con una “u”. Para evitarlo se colocaban unos acentos sobre ellas y la costumbre se extendió hasta la “i” sencilla.
Bueno, si quieren saber sobre más dichos comunes, pueden visitar las siguientes webs:
Español sin fronteras
La página de Karmentxu
Ahora Benedict clausuró el Limbo!!
Benedicto XVI aceptó la eliminación del Limbo y respaldó las conclusiones de la Comisión Teológica que estableció que los niños que mueran sin bautizar quedarán en manos de "la misericordia de Dios"
La Comisión Teológica Internacional, reunida en su asamblea anual en el Vaticano, determinó la eliminación del Limbo, el lugar donde van los niños muertos sin bautizo en la tradición de la Iglesia Católica.
La clausura del Limbo comenzó con el catecismo publicado por Juan Pablo II en 1992, en el que no se citaba ese misterioso lugar, donde "los niños no gozan de Dios pero tampoco sufren", como explicó San Pío X.
Ayer, Benedicto XVI aceptó las conclusiones del cónclave, que determinó que los niños muertos sin bautizar quedarán en manos de "la misericordia de Dios".
Los trabajos de la asamblea comenzaron esta semana con la intervención del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal William Levada, y terminaron este viernes con una misa en la capilla "Redemptoris Mater" del Palacio Apostólico del Vaticano presidida por el Papa Benedicto XVI.La Comisión Teológica anunció en un comunicado que la discusión del "proyecto de un documento sobre el tema de la suerte de los niños muertos sin bautismo en un contexto del diseño salvador universal de Dios".
Otro de los temas que estudió la Comisión Teológica fue "un primer boceto del documento sobre la identidad de la naturaleza", así como hubo un intercambio de opiniones sobre los fundamentos de la ley moral natural en la línea de las encíclicas de Juan Pablo II "Veritatis splendor" y "Fides et ratio".
Este asunto fue considerado del "máximo interés" por el Papa Juan Pablo II, por lo que en octubre de 2004 encomendó la creación de una Comisión Internacional, que hasta abril pasado estaba dirigida por el que era prefecto de la Congregación para Doctrina de la Fe (antigua Inquisición), el actual pontífice, Benedicto XVI.
Desde hace un tiempo estuvo en discusión la doctrina de origen medieval que coloca a los niños muertos sin haber cometido pecados, pero también sin haber sido bautizados -es decir, con la culpa del pecado original- en el limbo, un lugar sin tormentos pero alejado de Dios.
El limbo que llevamos adentro de nuestras cabezas:Link