Benedicto XVI aceptó la eliminación del Limbo y respaldó las conclusiones de la Comisión Teológica que estableció que los niños que mueran sin bautizar quedarán en manos de "la misericordia de Dios"
La Comisión Teológica Internacional, reunida en su asamblea anual en el Vaticano, determinó la eliminación del Limbo, el lugar donde van los niños muertos sin bautizo en la tradición de la Iglesia Católica.
La clausura del Limbo comenzó con el catecismo publicado por Juan Pablo II en 1992, en el que no se citaba ese misterioso lugar, donde "los niños no gozan de Dios pero tampoco sufren", como explicó San Pío X.
Ayer, Benedicto XVI aceptó las conclusiones del cónclave, que determinó que los niños muertos sin bautizar quedarán en manos de "la misericordia de Dios".
Los trabajos de la asamblea comenzaron esta semana con la intervención del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal William Levada, y terminaron este viernes con una misa en la capilla "Redemptoris Mater" del Palacio Apostólico del Vaticano presidida por el Papa Benedicto XVI.La Comisión Teológica anunció en un comunicado que la discusión del "proyecto de un documento sobre el tema de la suerte de los niños muertos sin bautismo en un contexto del diseño salvador universal de Dios".
Otro de los temas que estudió la Comisión Teológica fue "un primer boceto del documento sobre la identidad de la naturaleza", así como hubo un intercambio de opiniones sobre los fundamentos de la ley moral natural en la línea de las encíclicas de Juan Pablo II "Veritatis splendor" y "Fides et ratio".
Este asunto fue considerado del "máximo interés" por el Papa Juan Pablo II, por lo que en octubre de 2004 encomendó la creación de una Comisión Internacional, que hasta abril pasado estaba dirigida por el que era prefecto de la Congregación para Doctrina de la Fe (antigua Inquisición), el actual pontífice, Benedicto XVI.
Desde hace un tiempo estuvo en discusión la doctrina de origen medieval que coloca a los niños muertos sin haber cometido pecados, pero también sin haber sido bautizados -es decir, con la culpa del pecado original- en el limbo, un lugar sin tormentos pero alejado de Dios.
El limbo que llevamos adentro de nuestras cabezas:Link