Todas las noches me tomo el trabajo de dejar grabando "Filmoteca" (trasnoche de canal 7)y a veces vale la pena. El otro día sin ir más lejos dieron "Gojira" (Japon-1954), y a pesar de que mi amor por los japoneses quedó anclado en "Meteoro", esta película es una rara perla de hondo contenido humano, que fue rápidamente envilecida por versiones bollygudenses de porquería.
Aquí un comentario de Pablo Del Moral:
"Gojira" se estrenó en Japón en 1954, y rara vez se exhibió fuera de ese país por más de cincuenta años. La versión internacional que el resto del mundo vió fue una re-edición norteamericana titulada “Godzilla, King of the Monsters!”, donde se cambió significativamente el sombrío tono de la película, enfatizando la acción y añadiendo absurdas escenas con actores norteamericanos (notablemente Raymond Burr). Sobra decir que, en vista de la intensidad de la versión original, esa bastardización mercantilista es un insulto para el género y para los cineastas que lo originaron.
"Gojira" comienza con una perturbación marítima que aterra a la tripulación de un barco pesquero antes que causar su naufragio. Lo mismo ocurre al barco de rescate, y el único sobreviviente llega a la costa con febriles balbuceos sobre un monstruo marino.
Las autoridades hacen caso omiso del dudoso testimonio, pero los ancianos de la comunidad recuerdan las leyendas que sus padres y abuelos les contaron, acerca de una enorme criatura que asolaba la costa de Japón.
Así conocemos a Ogata (Akira Takarada), Oficial de la Guardia Costera a quien no le queda más remedio que aceptar la existencia del legendario monstruo Gojira cuando lo ve amenazando una comunidad de pescadores. Ogata lleva un pudoroso romance con Emiko (Momoko Kôchi), hija del zoólogo Yamane, a quien Ogata consulta sobre posibilidades para exterminar a Gojira. El Profesor, sin embargo, no desea acabar con el monstruo, sino estudiarlo y evaluar su papel en el ecosistema marino.
No obstante, Emiko puede tener otra opción: Serizawa (Akihiko Hirata), un antiguo pretendiente de la joven, está desarrollando un proceso terriblemente destructor que podría terminar con Godzilla. Pero el científico no tiene intención alguna de revelar su investigación, pues sabe que podría ser usada como una terrible arma en contra de la humanidad misma.
Entonces Gojira ataca.
Invadiendo Tokio y sus alrededores, Gojira ignora las armas del ejército y, empleando el vapor radioactivo que emana de su boca, arrasa con la ciudad con la fuerza de una bomba atómica.
La analogía es clara y conmovedora.
La acción del ataque de Gojira se paga emocionalmente cuando al día siguiente vemos los hospitales atestados de heridos y víctimas del ataque. Serizawa entonces accede a usar su poderosa arma... pero tiene un terrible plan para asegurarse de que no caerá en manos deseosas de causar más destrucción.
Hay que entender el contexto histórico de "Gojira" para apreciar la fuerza de su mensaje. Cuando se filmó habían pasado menos de diez años desde las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki, y obviamente había aún mucho resentimiento en Japón, por no mencionar los daños colaterales y las consecuencias de la contaminación radioactiva. En ese marco social el director Ishiro Honda trató de construir una fábula moderna que denunciara el pasado y viera con esperanza al futuro, deseando que la dura lección bélica de la década pasada perdurara en la mente de la humanidad. Y el hecho de que lo lograra empleando maquetas y un pesado traje de goma hace doblemente notable su entusiasmo y compromiso por una idea que perdura hasta nuestros días.