Javier Sinay-¿Qué hacer cuando lleguen los días del gran desastre? ¿Cómo salvar una vida humana? ¿Cómo orientarse con las estrellas? ¿Cómo pelear cuerpo a cuerpo con un zombi? ¿Cómo actuar si uno es la presa? ¿Cómo enfrentar la rebelión de las máquinas? Sobre éstas y otras cuestiones trata el Manual de Supervivencia para los Días del Gran Desastre, el nuevo título de la Editorial Clase Turista. Es un librito de tapa dura y 77 páginas que tiene todo para sobrevivir al fin del mundo (en el video de arriba, la técnica para derribar a un zombi). Sus autores (Iván Moiseeff, Esteban Castromán y Lorena Iglesias) se dedicaron sesudamente a buscar soluciones simples a estos complejos problemas en manuales de boy scouts, películas de cine catástrofe y ciencia ficción, y en las webs de las milicias antiestatales norteamericanas. Y, para que sea de una utilidad completa y real, le plantaron a los 400 ejemplares pasto de plástico en la tapa (¡!). "Lo hicimos pensando en el Apocalipsis y el fin de la civilización. El pasto creciendo simboliza a la naturaleza avanzando sobre la cultura... Pero también sirve para camuflar al libro", dicen.
El ingenio de la tapa no es casual. De hecho, todos los libros editados por Clase Turista llevan portadas bien originales. Son libros que pueden adornar la biblioteca como objetos extraños y simpáticos. La colección por ahora se completa con Yaaa Aliiiiii, una antología de poesía iraquí contemporánea con un diseño de tapa que emula una carta bomba; ¡Salvad a Copito!, donde compilan a poetas africanos actuales bajo una portada que remite al pelaje blanco del célebre gorila albino; y Horny Housewife Kidnapped (Ama de casa calentona secuestrada), donde ellos tres muestran sus versos, precedidos de una tapa hecha con repasador.
"La idea que teníamos con la poesía iraquí y la africana era cómo hacer para escuchar las voces reales de la gente que uno veía en la tele. Queríamos que nos tiren el flash de cómo es vivir ahí, más allá de los análisis de los periodistas", dicen los editores. Y cuentan que rastrearon a los poetas a través de Internet y con la ayuda de periodistas europeos. "Algunos de los poetas se sorprendían: ¡tenían la idea de que nosotros estábamos peor que ellos!".