May 9, 2006

El manjar de los dioses

Un etnobotánico norteamericano, Terence McKenna, ha escrito una de las aportaciones más sesudas a este respecto. El manjar de los dioses (1992) intenta abrir un nuevo camino haciendo de la intoxicación el fulcro del dilatado debate sobre cómo, por qué y dónde exactamente los monos arborícolas se convirtieron en primitivos homínidos. Los teóricos evolucionistas no han determinado aún cual fue el resorte preciso que permitió desarrollar a ciertas especies antropomorfas la conciencia reflexiva y, subsiguientemente, la capacidad lingüística. El eslabón perdido, sugiere McKenna, es la Stropharia cubensis, una seta originaria de las regiones tropicales y que probablemente... nuestros antepasados encontraron en el estiercol del ganado salvaje de las praderas africanas. El principio activo de la Stropharia es la psilocibina, un componente de gran poder alucinógeno que está presente en muchas especies de hongos. Cuando se ingiere, ya sea masticándola entera o preparada en infusión, sus efectos oscilan entre una ligera y agradable sensación de irrealidad, y una exhaustiva serie de alucinaciones táctiles, visuales y auditivas, acompañadas de una alteración radical de las facultades cognitivas. (Muchos de sus consumidores afirman que la psilocibina les ayuda a comprender mejor su entorno y que facilita y mejora notablemente la comunicación con otras personas que estén bajo sus efectos).

McKenna sostiene que la exposición prolongada y voluntaria a esos estados anímicos habría producido, a lo largo de un lapso evolutivo relativamente corto, una formidable alteración de la estructura sináptica del cerebro, impulsando la formación de una capacidad mental no encaminada simplemente al reconocimiento y memorización de estímulos externos en su forma más instintiva y primaria, sino elaborada en una serie de sistemas lógicos basados en la postulación y conexión de ideas.

Libro:
Stuart Walton: Colocados (Una historia cultural de la intoxicación)