El diablo paró una vez en una posada, donde nadie lo conocía, porque se trataba de gente cuya educación era escasa. Tenía malas intenciones y todos le prestaron oído durante mucho tiempo. El posadero lo hizo vigilar y lo sorprendió con las manos en la masa.
Tomó una soga y le dijo:
-Voy a darte azotes.
-No tienes derecho a enojarte-dijo el diablo-. Soy sólo el diablo y mi naturaleza es obrar mal.
-¿Es verdad?-preguntó el posadero.
-Te lo aseguro- dijo el diablo.
-¿No puedes dejar de obrar mal?-preguntó el posadero.
-Ni en lo más mínimo-dijo el diablo-. Sería inservible y sería cruel dar azotes a una cosa tan pobre como yo.
-Es verdad- dijo el posadero.
Hizo un nudo y lo ahorcó.