El reconocido filósofo y psicólogo David Livingstone Smith (53), director del Instituto de Ciencia Cognitiva y Psicología Evolutiva de la Universidad de Nueva Inglaterra asegura que los que mienten bien son más exitosos. Y que un mundo sin engaños "sería un caos".
El filósofo norteamericano ,acostumbra polemizar para defender sus ideas. A contramano del sentido común y de la "corrección política", ahora dice que el ser humano es mentiroso por naturaleza, que la mentira es útil para la sociedad y que el mundo sería un caos si todos se decidieran a hablar con la verdad. En su último libro "Por qué mentimos. Las raíces evolutivas del engaño", Smith afirma que estamos programados para engañar desde los comienzos de la humanidad, ya sea para protegernos o para sacar ventaja.
"La mentira está en todas partes. Es normal. Todos mentimos, y quien dice lo contrario, miente. Tenemos dificultades para reconocernos como mentirosos porque existe un juicio moral contrario. Mentimos para obtener ventajas y para protegernos de algo, lo que significa que estamos, de cierta forma, pasando por encima a alguien. Al que miente bien, le suele ir mejor que quienes no consiguen hacerlo.
(...)La mentira trae ventajas indiscutibles. Los buenos mentirosos son más populares y exitosos. Algunos consiguen engañar por mucho tiempo y alcanzan un estatus social más alto y mejores salarios. La mentira está en toda la naturaleza. Los virus engañan al sistema inmunológico de sus hospedadores, las plantas disimulan para librarse de los predadores, los animales se camuflan para atrapar su presa. No es sólo una cuestión de supervivencia. Es sacar ventaja y ser mejor que los competidores. Y así es la vida humana, también.
La mentira es uno de los pilares de las relaciones sociales. Hay padres que dicen: "Yo le enseño a mis hijos a no mentir". Eso es falso. Nosotros somos los que les enseñamos a no decir la verdad. Les enseñamos que está mal decirle a la abuela que su piel está muy arrugada. Les enseñamos a los chicos a agradecer los regalos aunque les parezcan horribles. Eso puede ser llamado "tacto", "buenos modales", pero no dejan de ser mentiras. La mentira no es buena ni es mala, es necesaria. Imagínese un mundo en el que todos se dijeran la verdad unos con otros. Sería un caos.
Los mentirosos son socialmente más inteligentes. Consiguen percibir lo que la otra persona quiere oír, lo que resulta pertinente contar en ese momento, tienen sensibilidad para advertir la vulnerabilidad ajena. Son mejores manipuladores. Pero hay que aclarar que mentimos mejor cuando no sabemos que estamos mintiendo. O sea, cuando nos engañamos a nosotros mismos.
Los políticos son mentirosos profesionales. Mienten hábilmente y, la mayoría de las veces, tienen conciencia de eso. Lo que hacen es captar con precisión los deseos de sus electores. Y no les preocupa si van a poder cumplir sus promesas. Y cuando se creen sus propias mentiras, su poder de persuasión se potencia. Hitler fue un ejemplo.
La gente les sigue creyendo porque nos resulta más fácil y seguro. Si alguien nos dice con convicción que va a mejorar nuestra vida, ¿cómo no vamos a querer creer eso? Podemos desconfiar en un primer momento. Si lo pensamos cinco minutos, nos daríamos cuenta de que no es verdad. Pero el placer que genera creer en algo es irresistible.
¿Cómo se procesa eso en la mente? El principio de todo es el autoengaño. Como sabemos que nos estamos mintiendo, de manera inconsciente creamos un mecanismo de defensa que nos impide profundizar mucho en el asunto. Porque si lo hiciéramos, nosotros mismos quedaríamos expuestos como mentirosos. En este sentido, estamos programados para aceptar mentiras.