Fuera de la música, todo, incluso la soledad y el éxtasis, es mentira.
Ella es justamente ambos, pero mejorados.
Sólo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres. Una pasión es perecedera, se degrada como todo aquello que participa de la vida; mientras que la música pertenece a un orden superior a la vida y, por supuesto, a la muerte.
Todo lo que no es desgarrador es superfluo -en música por lo menos.
Brahms representa, según Nietzsche, die Melancholie des Unvermogens, la melancolía de la impotencia. Semejante juicio, escrito el mismo año de su crisis, empaña como siempre el esplendor de su hundimiento.
Todo parece miserable e inútil en cuanto la música enmudece. Se comprende así que pueda ser odiada y se sientan tentaciones de considerar su absoluto como un fraude. Porque cuando se la ama demasiado hay que reaccionar contra ella como sea. Nadie percibió su peligro mejor que Tolstoi, pues sabía que podía dominarlo completamente. De ahí que comenzara a execrarla por miedo de convertirse en juguete suyo.