"Me desperté en medio de la sequedad y los helechos estaban muertos,
las plantas amarillas como maíz en sus macetas;
mi mujer se había marchado y las botellas vacías como cadáveres desangrados me rodean con su inutilidad;
sin embargo seguía brillando el sol, y la nota de mi casera estaba arrugada en una amarillez agradable e inofensiva;
ahora lo que era necesario era un buen comediante, al viejo estilo, un bufón que bromee sobre el dolor absurdo;
el dolor es absurdo porque existe, nada más.
Me afeité cuidadosamente con una maquinita vieja,
el hombre que había sido joven una vez y había dicho que era un genio;
pero esa es la tragedia de las hojas, de los helechos muertos, de las plantas muertas;
y me dirigí al oscuro vestíbulo donde estaba la casera terminante y cargada de maldiciones, mandándome al infierno, agitando sus brazos gruesos y sudorosos y gritando, pidiendo a gritos el alquiler porque el mundo nos había fallado a los dos."
Charles Bukowski (1920-1994)