Una de las dificultades que tienen los extranjeros para aprender el japonés es que buscan siempre la traducción de la palabra japonesa a su lengua. Pero en general no hay esa correspondencia porque en la lengua japonesa se usa el contexto, no hay univocidad. Los estructuralistas dicen que Japón es el imperio de los signos: sería más exacto decir que es el imperio de los significantes, sería más exacto llamarlo así. Es decir que en japonés hay significantes y al significado lo llamamos en el momento por el efecto del contexto. En Japón hablamos inconscientemente de una manera metafórica. Para decir que una chica es bella, decimos: “La luna está muy linda”. La chica entiende que el hombre está hablando de ella, pero no sólo de ella sino también de la luna. No se trata de ninguna técnica literaria para hacer alusión a la luna, sino que directamente se habla de la luna. En rigor, no es exactamente que la chica lo entienda como dirigido a ella: ella siente que él está a gusto y que está expresando algo agradable, siente que hay algo positivo. Si, al contrario, él hablara de la luna fea, se trataría de algo negativo. La chica que escucha eso entiende que él está contento, que está expresando su sentimiento positivo no solamente por ella sino por lo que hay ahí.
La escritura china fue introducida en Japón en la antigüedad. Esta escritura es un sistema de ideogramas y el japonés la aprendió sin comprender el significado de cada signo. Ocurre muchas veces que esos signos chinos se usan fonéticamente como significantes sin significado. Después, si hablamos utilizando esas palabras de origen chino cuyo significado no es muy claro, a veces no entendemos lo que quiere decir el otro: necesitamos saber qué signo chino usa. Lacan advirtió que si bien en Japón, como en todas partes, el sujeto está dividido por el lenguaje, uno de sus registros puede satisfacerse con la referencia a la escritura y el otro a la palabra. Creo que cuando hablamos utilizando muchos signos de origen chino, que corresponden a la escritura, expresamos una parte de nosotros que es intelectual pero poco emotiva; es una comunicación superficial y también represiva, ya que así uno puede reprimir la parte afectiva de uno y del otro. En cambio, sin utilizar ese tipo de palabras de origen chino, prácticamente podemos hablar como un niño, y ahí es otra persona que aparece. Aquella particular introducción de la escritura ha hecho muy fuerte la división entre uno oficialmente presentable y otro que, aunque sea un adulto, es un niño.
*ESCRITURA IDEOGRAFICA Y SUBJETIVIDAD-Por Hitoshi Oshima Master en Literaturas y Filosofías comparadas de la Universidad de Kioto y doctorado en la Sorbona. Fragmento de un reportaje realizado por Sergio Rodríguez el 12 de junio de 1990, incluido En la trastienda de los análisis.
La escritura china fue introducida en Japón en la antigüedad. Esta escritura es un sistema de ideogramas y el japonés la aprendió sin comprender el significado de cada signo. Ocurre muchas veces que esos signos chinos se usan fonéticamente como significantes sin significado. Después, si hablamos utilizando esas palabras de origen chino cuyo significado no es muy claro, a veces no entendemos lo que quiere decir el otro: necesitamos saber qué signo chino usa. Lacan advirtió que si bien en Japón, como en todas partes, el sujeto está dividido por el lenguaje, uno de sus registros puede satisfacerse con la referencia a la escritura y el otro a la palabra. Creo que cuando hablamos utilizando muchos signos de origen chino, que corresponden a la escritura, expresamos una parte de nosotros que es intelectual pero poco emotiva; es una comunicación superficial y también represiva, ya que así uno puede reprimir la parte afectiva de uno y del otro. En cambio, sin utilizar ese tipo de palabras de origen chino, prácticamente podemos hablar como un niño, y ahí es otra persona que aparece. Aquella particular introducción de la escritura ha hecho muy fuerte la división entre uno oficialmente presentable y otro que, aunque sea un adulto, es un niño.
*ESCRITURA IDEOGRAFICA Y SUBJETIVIDAD-Por Hitoshi Oshima Master en Literaturas y Filosofías comparadas de la Universidad de Kioto y doctorado en la Sorbona. Fragmento de un reportaje realizado por Sergio Rodríguez el 12 de junio de 1990, incluido En la trastienda de los análisis.