August 30, 2007

Me impresionó una cosa que contó Gustavo anoche: que en la tradición judía, cuando muere una persona sus familiares y amigos están siete días de duelo, y en esos días cubren los espejos para no verse ellos mismos tan tristes. Link

Es cierto, no es bueno mirarse al espejo cuando uno está triste...

Qué le sugiere la palabra muerte?
–¿La palabra muerte? Me sugiere... una gran esperanza. La esperanza de dejar de ser. Yo estoy seguro, como mi padre, de morir cuerpo y alma. A veces, me siento un poco desdichado –a todos nos pasa–; sobre todo un hombre que está solo, que está ciego, que tiene desde luego algunos preciosos amigos, pero no muchos, un hombre tímido como yo; a veces me siento triste. Peor me consuelo pensando: sí, es cuestión de esperar. Voy a morir y voy a cesar, y qué más puedo querer que eso, qué cosa más grata puede haber que la muerte, que se parece tanto al sueño que es quizá lo más grato de la vida. Es decir, yo descreo en la inmortalidad pero eso no es una fuente de tristeza para mí sino de felicidad: pensar que voy a cesar. Mi padre también estaba seguro de la mortalidad del alma. Él me dijo: “Es posible que cuando yo esté enfermo, para hacerle un gusto a tu madre –que era católica– llamaré a un sacerdote y diré algunas mentiras piadosas. Pero no me creas. Vos sabés que yo no creo en esas cosas. Precisamente porque no creo en la fe católica puedo decir que creo en ella; porque no la tomo en serio”. Sí. Pero otra vez mi padre me dijo (mi padre era profesor de psicología): “Es tan raro el mundo que todo es posible; hasta la Santísima Trinidad”. Como si hubiera dicho que todo es posible; hasta el unicornio, ¿no? Bueno, aquí estoy defraudándola a usted, seguramente.
¿A mí? Para nada. Al contrario.
–¿Puedo decir otra cosa? En el Antiguo Testamento se ve que los judíos no creían en la inmortalidad personal; creían en la inmortalidad de Israel pero no en la inmortalidad de cada individuo; ahora, hay un pasaje en el Libro de Job que parece afirmar lo contrario, pero esa debe ser una trampa que los traductores han hecho, o un error de los traductores. Si usted lee el Antiguo Testamento va a ver que en ninguna parte se afirma la inmortalidad personal; se afirma la inmortalidad de Israel pero no la inmortalidad de cada individuo, de modo que usted puede profesar la fe judía sinceramente y descreer de la inmortalidad del alma.
Yo no profeso la fe judía y descreo de la inmortalidad del alma, así que no me defrauda en lo más mínimo, Borges.
–Yo creo que todo el mundo descree. Yo creo que es una especie de ficción piadosa.
La palabra vida, Borges, ¿qué le sugiere?
–¿La palabra vida? Lo incluye todo. Creo que [Theodor] Fechner, un filósofo alemán, pensaba que todo tiene vida. Entonces esa vida, se ha dicho, estaría... bueno, podemos decir que estaría dormida en las piedras; luego en las plantas –podemos suponer que sueñan–; en los animales, también. Y en el hombre, que despierta más o menos. La vida está en todo. Creo que se han hecho experimentos últimamente sobre la sensibilidad de las plantas. En inglés hay una expresión: “A green hand”, una mano verde, que es una persona que tiene (es una metáfora, ¿no?), una persona que tiene buena mano para las plantas. Y dicen –esto lo sé, esto lo dice una correntina que tengo aquí a mi servicio–, ella dice que hay que querer a las plantas porque las plantas saben que uno las quiere; y los animales, desde luego, lo saben. Los animales tienen mucha sensibilidad. Yo tengo un gato aquí. Bueno, viene gente aquí que quiere a los animales. Cuando llegan, el gato viene corriendo. Mi hermana les tiene miedo a los gatos; cuando mi hermana viene, el gato se esconde en la cocina o en el balcón. Los animales tienen sensibilidad, indudablemente. La vida... yo creo que por desdichado que uno sea –y todos lo somos a veces– uno debe agradecer el hecho de vivir. Chesterton dijo: “A un hombre debe bastarle pensar que es un hombre, que está de pie, que está bajo las estrellas”. Si eso ya es una felicidad tan grande: el hecho de existir; ahora, ¿existir para siempre? Yo creo que sería bastante desdichado. Yo ya estoy cansado. Ya he vivido demasiado. Tengo setenta y nueve años y en cualquier momento cumplo ochenta y me doy cuenta de que ya he pasado mi límite. Voy a contarle una anécdota de mi madre. Mi madre llegó a los noventa y nueve años. Cuando cumplió noventa y cinco estaba horrorizada; me dijo a mí (era muy criolla): “Caramba, noventa y cinco: se me fue la mano”. Se sentía culpable.
Se suele decir que cuerpo y alma están disociados. De ahí suele concluirse la permanencia del alma después de la muerte física. ¿Qué piensa usted, Borges, de esta concepción?
–Yo no sé si están disociados. Si uno postula que están disociados, el alma puede ser inmortal, pero esa es una mera conjetura. Hay un libro de un psicólogo inglés, [Gustav] Spiller; en ese libro él dice: si una persona se rompe una pierna, si se rompe una costilla, si le dan un golpe en la cabeza, eso no produce ningún resultado benéfico. Por qué suponer que la muerte, que viene a ser un accidente total, va a mejorar esto. Por qué suponer que la muerte, en la que todo se accidente en uno, va a conseguir que el alma conozca otro reino, ¿no? Me parece que ese es un buen argumento. Lo otro está basado en una hipótesis: la idea de que el alma existe fuera del cuerpo. Ahora, [John] Milton por ejemplo, que era un teólogo, creía que el hombre necesitaba ambas cosas: el alma y el cuerpo. Él pertenecía a la secta de los mortalistas. Claro, ellos eran cristianos; creían que cuando un hombre muere el alma duerme hasta el día del Juicio Final; luego resucita y recibe un castigo eterno o un premio eterno; pero que mientras tanto no existe. Cuando se habla del Juicio Final se insiste en la resurrección de la carne; no se dice que las almas van a ser juzgadas; se dice que los cuerpos saldrán de sus sepulturas, que las almas los habilitarán y que todos serán juzgados. Desde luego, yo no creo en el Juicio Final tampoco.
De cualquier modo, las distintas concepciones del más allá pueden considerarse, al menos, como creaciones del hombre, como hechos estéticos...
–Yo creo que sí. Yo diría que el concepto de Dios es la máxima creación de la literatura fantástica. Es mucho más extraña la idea de Dios que la idea del Golem.
¿Cuál de estas concepciones le parece la más bella?
–Yo creo que la idea del budismo, la idea de la trasmigración, es linda. Al mismo tiempo, el budismo no cree que el alma exista. El budismo supone que todo hombre, a lo largo de su vida, crea un organismo que se llama karma, un organismo psíquico, y que ese organismo es heredado por otro hombre; pero no cree en la trasmigración del alma. Cree que cuando uno muere, uno deja ese karma, que es heredado por otra persona. Ahora, eso presupone una serie infinita –infinita hacia atrás también– de nacimientos. Porque si cada destino humano es una consecuencia del destino anterior –por ejemplo, si usted nace justo es porque ha merecido nacer justo; si usted nace ciego es porque ha merecido nacer ciego; si usted nace inteligente es porque ha merecido nacer inteligente; si nace, por ejemplo, dentro de cada una de las castas de la India, es porque usted ha merecido esa casta; si usted es desdichado, usted ha merecido la desdicha, bueno, eso presupone siempre una causa anterior–, si cada vida presupone una vida anterior, esa vida anterior presupone otra, y esto sigue hasta el infinito. Es decir que cada uno de nosotros, según el budismo, ha vivido un número infinito de veces, y si no llega al Nirvana –ahí uno ya queda fuera de la rueda de la ley– uno vivirá un número infinito de veces también. Pero cuando yo digo infinito no quiero decir indefinido, quiero decir estrictamente infinito.
Estudié matemática, así que tengo por lo menos una idea de lo infinito.
–Y usted debe haber leído algo sobre la teoría de los conjuntos, de [George] Cantor.
Sí, claro.
–Bueno, ahí él habla de los números infinitos, y entre los números infinitos, el aleph. No se llega a él por progresión, es decir, si usted cuenta, uno, dos, tres, cuatro, y sigue infinitamente, no llega a esa cifra. Bueno, está bien.
Rainer Maria Rilke dijo: “Señor, concede a cada cual su propia muerte”. ¿Usted cree que hay una “muerte propia” que debe corresponderle a cada hombre?
–Creo que esa idea la tomó Rilke de Séneca. Séneca dice exactamente “morire sua morte”: morir su muerte. Eso significa que el estilo de la muerte es el estilo de la vida. Ahora, hay quien piensa que Rilke, al decir eso, pensaba en algo mucho menor. En alguna parte él dice que antes la gente nacía en su casa y moría en su casa, y que ahora la gente nace en un sanatorio y muere en un sanatorio. Yo, por ejemplo, he nacido en la casa de mi madre, en la calle Tucumán y Suipacha, y ella había nacido en esa casa. Hoy nadie nace en su casa, y nadie muere en su casa tampoco. Mi madre murió en su casa y mi padre también. Puede ser que Rilke se refiera a eso, simplemente, pero es más linda la idea de Séneca de que la muerte debe corresponder a la vida. Por ejemplo, yo leí un poema de Johannes Becher, poeta alemán que se hizo comunista después, sobre la muerte de Goethe. Él dice algo que yo no he visto confirmado en ninguna biografía de Goethe pero que es muy lindo. Él dice –supongo que lo inventó porque ningún otro biógrafo dice eso, y yo he leído varias biografías de Goethe–, dice que él se estaba muriendo y que escribía; escribía en el aire. Dice que él escribía, así, y que luego tachaba una línea y ponía otra... Ahora, eso sería exactamente la muerte de un escritor. El poema termina así: So starb ehr Scheibed, “y así murió escribiendo”. Mire, yo creo que es una invención de Becher, pero qué importa que sea una invención, ¿no?
Usted citó el caso de una muerte propia. ¿Conoce casos de muertes paradójicas, muertes cuyo estilo sea totalmente contrario al estilo de la vida?
–Yo he visto morir a cinco personas en mi vida. He visto morir a mis dos abuelas, he visto morir a mi padre, he visto morir a la hija natural de mi abuelo, y he visto matar a un hombre en la frontera del Brasil, de dos balazos. Sí, yo diría que hay muertes paradójicas. Pero recuerdo muertes propias también. Este caso muy extraño les ocurrió a dos hermanos; uno era Pedro Henríquez Ureña. Pedro Henríquez Ureña tenía una cátedra en la Universidad de La Plata y tenía que tomar el tren en Constitución. Y el tren salía y él corrió. Tomó el tren, se sentó, puso sus libros en la red. Estaba con él... ya no recuerdo el nombre del otro, un doctor. El otro siguió una conversación. Henríquez Ureña no le contestó: se había quedado muerto de un ataque al corazón. Se había quedado muerto mientras iba a dar una clase, él fue toda su vida profesor. Ahora, el hermano de él, Max Henríquez Ureña, autor de una Historia del Modernismo, tuvo una muerte muy parecida. Él tenía una cátedra en la Universidad de Las Piedras, en Puerto Rico. Había llegado tarde y se apresuró, y se quedó muerto de un ataque al corazón también. Los dos hermanos murieron cumpliendo su destino pedagógico. Son lindas muertes. Ahora, mi abuelo Borges, por razones políticas –no es el caso entrar en ellas– había resuelto morir. Entonces, después de la batalla de Isla Verde, cuando Mitre había capitulado ya, él dijo que no, que él creía que todavía podía intentarse una última carga, y lo siguieron como quince o veinte gauchos. Él se puso un poncho blanco, montó en un caballo moro... no, moro no, tordillo, avanzó hacia las trincheras enemigas, no al galope sino al trote y con los brazos cruzados, ofreciendo un blanco. Efectivamente, recibió dos balas de Remington y murió al día siguiente en un hospital de sangre. Fue una muerte propia. Él había sido soldado toda su vida. Inició su carrera militar como defensor de la plaza sitiada de Montevideo, a los quince años, y a los diecisiete años estuvo en la batalla de Caseros. Hizo toda la campaña del Paraguay, la campaña del Desierto, la campaña contra los montoneros de López Jordán, luego participó en esa revolución, ahí fueron derrotados y se hizo matar. De modo que ésa vendría a ser su muerte propia, la muerte de un soldado.
¿Cuál sería para usted su muerte propia?
–Bueno, lo que yo querría sería morir súbitamente. Porque yo he visto largas agonías: la agonía de mi madre, la agonía de mi padre, la agonía de mi abuela también, que estaban deseando la muerte. Puedo contarle una anécdota sobre mi abuela inglesa. Ella estaba muriéndose, y nos llamó a su pieza –era tres o cuatro días antes de su muerte– y nos dijo: “Lo que sucede aquí no tiene nada de particular; soy una mujer muy vieja que está muriéndose muy despacio; no hay ninguna razón para que estén alborotados todos ustedes”. I’m only an old woman; I’m dying very slowly; nothing interesting in all that. Nada interesante en esto. Después de todo, qué valiente; podía ver su muerte como si fuera de otra persona. En general, toda persona que se muere tiende a dramatizar su muerte. Por el contrario, ella dijo: “No, soy una mujer muy vieja que está muriéndose muy despacio; no hay nada interesante en esto”. Era una mujer muy valiente; era tan valiente como el marido de ella cuando se hizo matar en Isla Verde. Ahí está el retrato de ellos. Cuando estuve en Junín me mostraron una calle que lleva el nombre de él, y el árbol que él había plantado. Lo plantó en el año ‘71. En 1871.
Sartre dice que siempre se muere demasiado pronto o demasiado tarde. ¿Usted está de acuerdo con esta afirmación?
–Desde luego que yo creo que nunca se muere demasiado pronto; siempre se muere demasiado tarde. Sartre es una persona muy rara; Sartre dejó de escribir cuando se quedó ciego. Yo no entiendo eso. Al contrario, yo he pensado: ahora que estoy ciego, tengo que seguir trabajando, porque ¿qué justificación tiene mi vida si no trabajo? Yo sé que lo que escribo ahora –voy a cumplir ochenta años en agosto– tiene que ser forzosamente inferior a lo que escribía cuando era joven, pero sin embargo, ¿qué otra cosa puedo hacer sino escribir? Y eso no lo hago por vanidad sino porque tengo que poblar mi tiempo de algún modo. Porque no siempre recibo visitas gratas como la de usted.
Gracias. Tal vez lo que pasa con Sartre es que, a través de su filosofía, hizo una valorización de la mirada. Otra cosa que le pasa, creo, es que no puede dictar: necesita, físicamente, el acto de escribir.
–Bueno, es que yo me refería sólo a escribir; lo que no se puede es corregir más. Henry James dejó de escribir y dictó, y eso influyó sobre su estilo; se hizo mucho más palabrero, menos conciso. Pero hay muchos escritores que han dictado. El primer escritor que no escribió directamente, sino que tenía discos y grababa, fue Mark Twain. Mark Twain estaba muy interesado en lo que era un invento nuevo, el fonógrafo; él tenía discos y le gustaba dictar a los discos. Se levantaba de noche, la familia lo oía hablar solo, y él estaba dictándole al disco. Recuerdo una frase de él: “Yo no pregunto de qué raza es un hombre, qué religión profesa, qué lugar ocupa en la escala social. Me basta con que sea un ser humano: peor que eso no puede ser”. Uno espera lo contrario, ¿no?
Usted una vez citó una frase de Mark Twain que a mí me fascinó por su crueldad. Decía que una biblioteca, por incompleta que fuera, ya se consideraría...
–No, no, la frase es mejor. Él dijo: “Podría iniciarse una buena biblioteca omitiendo los libros de Jane Austen. Aunque esa biblioteca no incluyera ningún otro libro sería mejor que muchas otras por no incluir a Jane Austen”. Una biblioteca ideal, pero sin libros, ¿no? No tiene libros pero falta Jane Austen, ya hay esa ventaja, ¿no? Sí, lo que pasa con esas frases... Yo recuerdo una frase; si es muy ingeniosa, no me importa que sea justa o no. Ahí, por ejemplo, usted podría cambiar el nombre de Jane Austen por cualquier otro y la frase no perdería nada. Porque lo deslumbrante es el mecanismo. La idea de una biblioteca ideal, que no constara de ningún libro pero que tuviera la ventaja de omitir a Jane Austen. Yo creo que la gracia es ésa. Si usted, en lugar de poner a Jane Austen, pusiera, bueno, a cualquier persona, por no incluir obras de, no sé, de Angel Battistesa, por ejemplo, sería lo mismo. No, no digo esto contra Battistesa. Si no incluyera las obras de Borges, digamos, ya sería una buena biblioteca.
Plotino se negaba a que le hicieran retratos porque no quería que a su muerte le sobreviviera su imagen...
–No, no, la idea de Plotino era ésta. Plotino creía en los arquetipos platónicos. Es decir, él creía que había un hombre ideal, o quizá un Plotino ideal. Él era una copia, y por lo tanto, cualquier retrato sería una copia de una copia; una sombra de una sombra. No, él dijo: yo soy una sombra, lo único real es mi arquetipo, que puede ser el arquetipo del hombre, pero si yo soy una sombra y se hace un retrato mío, el retrato va a ser la sombra de una sombra. Sí, porque querían hacer un busto de él, entonces, el escultor fue a la clase de él, hizo unos croquis, unos dibujos, y después hizo el busto. Pero Plotino no quería. Si ya soy una sombra, decía, mi retrato será la sombra de una sombra.
Borges, ¿eso tiene alguna vinculación con su propia aversión a los espejos?
–En realidad, eso proviene de mi infancia, cuando yo no sabía que existiera Plotino; yo no tenía idea de filósofos de ninguna especie. No, yo sentía temor de los espejos, pero el temor mío era distinto. El temor que yo tenía, y que no confié a nadie por mi fase tímida, mi temor era que el espejo empezara a vivir de un modo distinto; por ejemplo, que mi imagen en el espejo hiciera cosas que yo no hacía. Ese es el temor que yo tenía. En mi pieza había un enorme mueble hamburgués, con tres espejos; de modo que yo veía triplicado. Además, la cama era de caoba. Si yo hubiera dicho a mis padres que apagaran la luz de la pieza vecina... Pero no me animé a decirlo nunca. Vivía siempre con ese temor. Yo, antes de dormir –la pieza no estaba a oscuras–, abría los ojos, me miraba en los espejos, me daba cuenta de que nada se movía, y entonces, al final, me quedaba dormido. Tuve muchas pesadillas con espejos, pero hubiera podido corregir todo eso pidiéndole a mi familia que apagara la luz del hall que estaba al lado.
Disculpe, Borges, voy a dar vuelta la cinta.
–Está bien. ¿Quién más interviene en este libro?
El profesor Croatto, profesor de religiones comparadas; el doctor Gazzano, psiquiatra, que dirigió el Centro de Asistencia al Suicida...
–¿Qué hacen allí? ¿Ayudan a la gente a matarse? Qué otra asistencia se le puede dar a un suicida, ¿no? Bueno, supongo que debe de ser todo lo contrario.
Me parece que sí.
–Qué cosa rara que los católicos condenen el suicidio cuando el propio Jesucristo fue un suicida. Una religión que tiene a la cabeza un suicida –y ese suicida, además, es Dios– y que condene el suicidio. Porque se entiende que el sacrificio de Jesús fue voluntario, es decir, fue un suicidio. Es muy raro, los católicos condenan el suicidio y yo no logro explicarme por qué. Pero, bueno, les digo: si Jesús se suicidó según ustedes...
¿Y en ninguna parte está explicada esa contradicción?
–No, no creo. Es decir: la versión que ellos tienen es ésta: según ellos, Jesús era Dios, la segunda persona de la Trinidad, y hombre. Y fue la parte humana la que se resistió. Por eso Cristo pudo decir (anoche estuve hablando de esto con un amigo mío): “Dios, ¿por qué me has abandonado?”; pero ésa era la parte humana de Él. Esa es la interpretación que se da, pero no es muy satisfactoria. Ahí, lo que uno piensa es que más bien Él pensaba que Dios iba a salvarlo; cuando se vio condenado, cuando vio que Dios no lo había salvado, se sintió traicionado por Dios. O creo que ése es el pensamiento correcto, porque la teoría me parece falsa. Si Él había venido para ser crucificado, si Él se había hecho hombre, si Él había condescendido a la carne, para ser crucificado, ¿por qué protestó cuando se cumplió ese destino para el cual Él había nacido, según los teólogos? Todo esto que yo le digo, si usted quiere publicarlo, publíquelo. Seguro que va a ser distinto que lo que dicen los otros, pero es mejor eso. Si todos decimos lo mismo no tiene sentido.
Usted ha dicho muchas veces que quería el olvido. ¿No cree que hay una contradicción entre este deseo y el ejercicio de la literatura? ¿No implica la literatura la voluntad de quedar, y con la imagen más fiel que pueda ser posible?
–Sí, pero yo querría que se olvidara mi biografía, y mi nombre, y que se recordara algún cuento o algún verso mío. Yo querría sobrevivir en mi obra, pero no, digamos, como sujeto de un artículo en una enciclopedia. Por ejemplo, yo he escrito milongas, y la ambición mía era que las milongas fueran conocidas y no se descubriera el nombre del autor. Pero no he llegado a eso. No, no, yo creo que, cuando uno escribe, uno tiene la esperanza de que la obra sobreviva. Pero si puede sobrevivir anónimamente, mejor; si puede ser parte del lenguaje o de la tradición, mejor.
Virgilio quiso quemar La Eneida, pero no llegó a hacerlo. Kafka encomendó la desaparición de su obra nada menos que a su amigo Max Brod. ¿No cree que en el fondo ningún artista, y ningún ser humano, quiere desaparecer, no dejar rastros?
–Yo creo que, en el caso de Virgilio, lo que él quería dejar claro era que él no consideraba que La Eneida fuera perfecta; no la había concluido; el libro quedó inconcluso. Lo que él quería decir era: yo no asumo la responsabilidad de esa obra. Y Kafka también. Pero al mismo tiempo ellos sabían que los amigos iban a desobedecerlos, porque, si no, la hubieran quemado ellos, es evidente. Bueno, hay otro caos que sí puede ser más serio. Es el de la gran escritora norteamericana Emily Dickinson. Emily Dickinson dijo: “No creo que la publicidad sea parte del destino de un escritor”. Y no quiso publicar nada. Cuando ella murió, en sus cajones encontraron centenares o miles de versos, y los publicaron. Pero ella no había querido publicarlos. Al mismo tiempo tampoco los destruyó. Pero no dijo nada. Ella murió, la gente encontró su obra; la gente sabía que ella escribía versos –creo que en vida de ella se publicaron dos de sus poemas y nada más, y ahora no sé si han publicado todos, muchos no tienen valor, pero los que yo recuerdo de ella son versos lindísimos–. Parting is all we know of Heaven, and all we need of Hell: La despedida es todo lo que sabemos del Cielo, y todo lo que precisamos del Infierno. Lindísimo. Además, una despedida es las dos cosas. Quizás, el momento de la despedida es el momento más intenso en la relación entre dos personas. Cuando uno se despide de alguien, uno está más con esa persona que si uno la ve vulgarmente. Al mismo tiempo, uno sabe que ésa es la última vez. Quiero decir que en la despedida se dan a la vez (supongo que es eso lo que ella quiso decir), se dan a la vez la máxima presencia y la máxima ausencia, ¿no? Parting is all... usted sabe inglés, ¿no? Bueno, Parting is all we know of Heaven, and all we need of Hell. Qué lindo pensar que uno precisa del infierno, qué idea rara, ¿no? Era amiga de [Ralph] Emerson, se carteaba con él. Yo estuve en la casa de ella, en Nueva Inglaterra, un pueblo como otros pueblos de Nueva Inglaterra, un poco perdidos. Ella vivió allí toda su vida. Creo que estuvo a punto de casarse y no lo hizo. Y las cartas de ella son muy lindas también. Los poemas no sé si pueden sobrevivir en la traducción, porque ella cuidaba mucho la forma.
La poesía inglesa en general, ¿no?, no sé si puede sobrevivir en la traducción.
–Además hay otra cosa. Las palabras inglesas son muy breves. Me dijo [Manuel] Mujica Lainez que él realmente precisaba dos sonetos para cada soneto de Shakespeare. Además, el inglés es un idioma muy físico. Luego, el inglés tiene la posibilidad de verbos con preposiciones que no existen en español. Yo estaba releyendo la balada del Oriente y el Occidente, de [Rudyard] Kipling, y encontré esta línea (es un militar inglés que persigue a un cuatrero, un ladrón de caballos en Gwana; él lo persigue, hay un episodio muy lindo, y cabalgan toda la noche, y Kipling dice): They have riden the lob moon out of the sky. En español usted no puede decir eso. Cabalgar hasta que la luna queda fuera del cielo. Suena muy pesado.
¿Cuál considera la más oprobiosa de las muertes que conoce? ¿Y cuál la más noble?
–La más oprobiosa es una larga agonía. Y la más noble es una muerte brusca, ¿no?
En su literatura, los personajes muchas veces se reivindican por una muerte violenta.
–Sí, yo me he ocupado mucho de la muerte. Y estoy pensando escribir un libro contando muertes y agonías distintas. Ultimas palabras distintas, también. Me contaron la muerte de un gramático francés. ¿Quién era? Bueno, no recuerdo el nombre en este momento. Él murió en su ley; él era gramático y dijo algo así como: Je meurs, on peut dire aussi: je me meurs. Murió en su ley, ¿no? murió siendo un gramático. Eso también es una muerte propia. “Yo muero puede decirse también: yo me muero”. Dicen que [François] Rabelais dijo: “Voy hacia el gran tal vez”. Le grand peutêtre.
¿Cómo fue modificándose su concepción de la vida y de la muerte a través de las distintas etapas de su vida?
–Cuando yo era joven tendía a la tristeza, a dramatizarme; quería ser Hamlet o Raskolnikoff, y ahora ya no.
Hay una muerte de la que no se habla nunca: la muerte hacia atrás. ¿Qué le produce mayor nostalgia: saber que no estará en el futuro o saber que ha estado muerto para el pasado?
–Bueno, usted está citando el poema De Rerum Natura, de Lucrecio.
Eso sí que no lo sabía.
–Bueno. Lucrecio dice: la gente piensa “voy a morir, el mundo sigue, los hombres siguen, qué horror”, pero no piensa: “qué horror, yo estaba muerto durante el sitio de Troya”. Él dice eso; si a nadie le duele no haber estado presente en el sitio de Troya qué importa que no esté presente en las próximas guerras. Eso está en el poema de Lucrecio. Porque Lucrecio no creía en la inmortalidad, y decía: quienes se quejan de morir cuerpo y alma deben quejarse también de no haber vivido en el pasado. Salvo si se cree en la trasmigración. Entonces sí se puede haber estado en Troya. Usted y yo, en realidad, nos llamamos Aquiles y Héctor. Pero qué raro que usted haya tenido esa idea. Mire que yo he leído bastante y he encontrado esa idea únicamente en el poema De Rerum Natura, de Lucrecio. ¡Yo lo saludo, Lucrecio!
Gracias. No sé si quiere agregar otra cosa, Borges.
–No, no, yo creo que he sido demasiado charlatán. Recuerdo que un sobrino mío (yo daba muchas conferencias, tenía que hacerlo) un día me dijo: “Estás hecho un gallego insoportable”. Me convertí en un gallego insoportable hablando y hablando. Yo tengo que disculparme por el exceso de conferencias.


Esa casa soy yo.

August 29, 2007

Yo que creía que era una desconsiderada, ni más ni menos que una amarrrga por ir al cine una vez al año -como mucho-, me encuentro con toda esta lista de gente admirada por mi y que opina igual que yo:

Pirozzi: "No voy al cine desde que era chico. Me mareo..."

Salinger: "Si hay algo que odio de veras es el cine. No me gusta ni que lo mencionen en mi presencia."

Morrison: "Los espectadores son vampiros quietos. El cine es el arte más totalitario...Toda la energía y sensación es absorbida por el cráneo, una erección cerebral, el cráneo hinchado de sangre...Calígula deseaba un solo cuello para todos sus súbditos de manera de poder decapitar al reino entero de un solo golpe. El cine es el sueño de Calígula. En el cine el cuerpo se convierte en un tallo seco para sostener a los ojos, esas dos gordas, blandas e insaciables joyas."

Tito: "El cine es cosa de polícias, la yuta gana en el 90% de las películas. Y si hay un policía que no sea gonca en el mundo, presentamelo."

Buñuel: "La hipnosis cinemátografica, ligera e imperceptible, se debe sin duda a la oscuridad de la sala pero también a los cambios de luz y al movimiento de la cámara, que debilitan el sentido crítico del espectador y ejercen sobre él una especie de fascinación y hasta de violación."

Corman: "Carne disuelta en un ácido de luz."

La que más me gusta es la de Bukowski: "Yo iba muy poco al cine. Me bastaba a mí mismo para asesinar el tiempo."

Salud maestro!

August 27, 2007


Muy buen resultado me está dando Last.fm, buscando "Pink Floyd similar artists" .La verdad que con lo que hay para escuchar en las radios locales... ¡¡¡doy gracias a San Last FM!!!

“Nunca había tenido miedo al subir a tocar la armónica con el grupo Thee Dark Ages en El Cajón, su pueblo natal, y no lo había pensado dos veces cuando tuvo la oportunidad de subir al escenario con Blues Train en Windsor”, escribe De Rogatis en el prólogo de Let it Blurt, el libro que recorre la vida y la época en la que vivió Bangs, el mítico periodista de rock que dejó la somnolienta California hippie de los años ‘70 para radicarse en la mugrienta Detroit sólo porque ahí el rock olía a futuro. Sigue contando De Rogatis: “Pero, a la edad de veinticinco, le preocupaba que tal vez estaba realmente perdiendo un tornillo al haber aceptado realizar el acto de teatro dadaísta que estaba a punto de consumar”.

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“Yo era obviamente brillante, un artista talentoso, un macho sensible sin miedo a mostrar sus vulnerabilidades, una de las pocas personas que realmente comprendían qué era lo que estaba mal con nuestra cultura y por qué no había posibilidad de que tuviese futuro alguno (un asunto sobre el que suelo hablar/dar lecciones gratis incesantemente, especialmente cuando estoy borracho, lo que sucede a menudo, pero no todas las noches), un tipo con un salvaje sentido del humor, un individuo verdaderamente único e impredecible, un artista de rock con su propia banda, tal vez un serio candidato si no ahora seguro en el futuro para el título de Mejor Escritor Norteamericano (¿Quién era mejor? ¿Bukowski? ¿Burroughs? ¿Hunter Thompson? Por favor... Yo era el mejor. Escribí casi exclusivamente críticas de discos, y no muchos de ellos...”
Parte de una carta de Lester Bangs a su colega –y a veces jefe– Greil Marcus, citada en el prólogo de la compilación póstuma de escritos de Bangs, Psychotic Reactions and Carburetor Dung, con el comentario: “Lester estaba bromeando hasta que abrió el paréntesis (nunca lo cerró); a partir de ahí, estaba diciendo la verdad. Tal vez lo que este libro demande de un lector es la posibilidad de aceptar que el mejor escritor norteamericano haya escrito casi exclusivamente críticas de discos”.

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Todo había comenzado esa misma tarde, cuando Bangs se encontró por enésima vez con los integrantes de la J. Geils Band en un hotel de Detroit. Tal como lo escribió él mismo en la nota “Mi noche de éxtasis con la J. Geils Band” –recopilada en Psychotic reactions...–, el hecho de hacer otra nota más con la banda de Peter Wolf y Cía. era todo un problema para Creem, la revista en la que escribió Bangs –y llegó a editar– luego de ser expulsado de Rolling Stone (“por ser irrespetuoso con los artistas”, según lo acusó su director Jann Wenner) y antes de terminar su carrera en Nueva York escribiendo para todos, incluso el Village Voice.



“Ya habíamos recorrido la historia de la banda desde un ángulo épico, descripto su brillo sobre el escenario hasta el mínimo detalle, incluso habíamos ido tan lejos como asegurar que eran mejores que Alice Cooper... Así que ahora estábamos contra la pared.” En eso estaba Bangs en el hotel, tratando de encontrar un nuevo enfoque para su enésima nota con la J. Geils Band –y fracasando completamente–, cuando alguien tuvo la idea de decirle: “Hey, Lester... ¿alguien te dijo alguna vez que te parecés a Rob Reiner?”. A lo que Bangs –a quien todo el mundo le decía que se parecía tanto a Reiner como a John Belushi– respondió enojado: “¡Mierda! ¡No me digas eso! ¡No me le parezco!”. “Ajá –saltó Peter Wolf–. Así que eso es lo que lo hace reaccionar.” Y ahí sí que reaccionó Lester: “¡Váyanse a cagar! Al fin y al cabo, la única diferencia entre ustedes los músicos y nosotros los periodistas de rock es que la gente puede verlos hacer lo que hacen”. A lo que Wolf contestó: “Muy bien. Entonces... ¿por qué no subís al escenario con nosotros esta noche a hacer lo tuyo, a ver qué es lo que pasa?”.

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“BIO: Lester Bangs nació en Escondido, California, en 1948. Creció en El Cajón, California, donde hizo cosas como lavar platos, vender ropa de mujer y trabajar como asistente para una pareja dedicada a vender arreglos florales artificiales mientras escribía críticas de discos de manera freelance y pretendía ir a la universidad hasta 1971, cuando se mudó a Detroit y comenzó a trabajar para la revista Creem. En los cinco años que trabajó allí como editor, definió un estilo de periodismo crítico basado en el sonido y el lenguaje del rock’n’roll que terminó influenciando a toda una generación de jóvenes periodistas, así como también, posiblemente, a ciertos músicos. En 1976 renunció a Creem para mudarse a Nueva York y escribir como free-lance. Desde entonces ha liderado dos bandas de rock activas en la escena de clubs de Manhattan...”
Fragmento de una biografía escrita por el propio Lester Bangs, acompañando una de sus tantas propuestas de libros, y citada también por Marcus en su compilación, que agregó: “Esto escribió Lester un año o dos antes de morir accidentalmente en 1982, a causa de complicaciones pulmonares y respiratorias vinculadas a un resfrío y la ingesta de un remedio llamado Darvon”.

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Y ahí estaba entonces Bangs, en el backstage de la J. Geils Band, abrazado a su Smith-Corona en una noche del verano de 1974. Cuando llegase el momento de los bises, iba a subir a escena con la banda, a teclear su crítica del concierto frente a un local repleto con 12 mil fans del grupo. “El show me pareció interminable, pero cuando llegó el momento de los bises y escuché que alguien decía mi nombre, subí al escenario sin dudarlo”, escribió Bangs. “Dejé la máquina en el piso y saludé a la multitud, dos de los cuales aplaudieron, y uno de ellos era Leslie Brown, cuyo escritorio en la revista está al lado del mío. Me acerqué a un micrófono y grité ¡Thankyouthankyou!, como en ‘Kick out the jams’; imaginé que agregar la cita completa –’Quiero ver todo un mar de manos ahí adelante’– iba a ser una obviedad. Nadie entendió el chiste, pero a quién le importa: lo mismo le pasó una docena de veces a Yoko Ono.”
“Enchufen a la hija de puta, y empecemos de una buena vez”, dijo Bangs, señalando su máquina de escribir, y la banda arrancó con “Give to me”, el tema con el que cierra triunfalmente su álbum Bloodshot (1973). “Lo quiero tanto / que me lo vas a tener que dar”, cantó Wolf arrancando una versión que –según De Rogatis– en vivo era desesperante, aún más dura y emocionante que la versión del disco. Pese a que tenía un micrófono a su disposición, el sonido del tecleo de Lester apenas si se llegaba a escuchar. No estaba contribuyendo a la música, y ciertamente no estaba escribiendo algo que sirviese de algo. Había tipeado: “VDKHEOQSN-CHSHNELXIEN(+&H-SXN+(E@JUIDHUIEFDHN?”. “Lo estás haciendo muy bien”, le gritó un plomo. “Maldito bastardo vengativo”, respondió Bangs entre dientes.

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“Si la gente percibe a los críticos de rock como fanáticos obsesivos con más opiniones que ideas, siempre buscando un trago gratis y una audiencia cautiva, eso es culpa de tipos como Lester Bangs”, escribió Anthony DeCurtis en un brulote contra Bangs publicado recientemente por la revista Rolling Stone.
“En su mejor momento, Bangs fue uno de los pocos periodistas de rock que podía hacerte sentir la urgente necesidad de escuchar un disco que ni siquiera sabías que existía, o convencerte de que conocías a la persona que lo grabó”, escribió Ira Robbins –responsable de la Trousers Press Guide– en ocasión de la edición de la biografía de Bangs.
“En el ocaso de los años ‘70, Bangs jugó un rol prominente tanto en expandir los límites expresivos de la escritura sobre el rock como medio, y en darle una voz que transformaba a las cautelosas y amaneradas revistas como Rolling Stone en fanzines de edición limitada”, escribió Richard Meltzer, amigo personal de Bangs, que asegura que lo que mató a Lester fue Lester: “Lester, escritor, totalmente en control del Sistema Lester, agotó todas las posibles opciones de vida para Lester, haciendo funcionalmente imposible continuar con vida a cualquiera de los Lester posibles”.

“Cuando terminó la canción, Lester se paró, tiró la máquina al piso y saltó sobre ella hasta que la partió en dos”, escribió De Rogatis. “Se rió de sí mismo cuando escribió la nota: su propia versión del heroico nuevo periodismo. Pero en ese momento se sintió toda una estrella.” Una fugaz estrella que, ocho años más tarde, moriría en un solitario departamento de Nueva York, punto de partida para la leyenda del apasionado periodista de rock que se peleó a muerte con sus ídolos, bregó por un punk que no existía hasta que efectivamente existió y fue una especie de cóctel rocker de lo mejor –y lo peor– de Jack Kerouac, Hunter S. Thompson y Charles Bukowski.
Una leyenda que acaba de ser homenajeada por Cameron Crowe –ex periodista adolescente para Rolling Stone en los ‘70 y director de Vida de solteros y Jerry McGuire– en su flamante Almost Famous y que ya tiene su propia biografía. No es posible comparar a Lester Bangs con nadie dentro del medio local (y también, lamentablemente, es imposible leer su trabajo en castellano, aunque Internet es un buen proveedor de sus notas con sólo tipear su nombre en cualquier buscador); sólo se puede recordar que él inventó –junto a Dave Marsh– el término “punk”, que amó y se peleó con Patti Smith, MC5 y –especialmente– Lou Reed (entre otros) hasta ser leyenda y que –al frente de una revista como Creem– supo ganarse un nombre propio dentro del mundo del rock, como si fuera una estrella. “Hola, soy Lester Bangs, pagame un trago”, era su saludo en sus últimos días neoyorquinos. Un periodista salido de un perdido pueblo de California, que fue testigo de Jehová en su infancia –siguiendo los designios de su madre– y que cuando creció se pasó el resto de su vida convirtiendo a la gente a su religión: el rock’n’roll.
“El gran arte es sobre la culpa y el deseo. Amor disfrazado de sexo. Sexo disfrazado de amor”, dice Philip Seymour Hoffman –el gran actor de la nueva generación del cine norteamericano, el de Happiness y Boogie Nights–, encarnando a Bangs en el film de Crowe. En la escena, Bangs está en su casa de Detroit hablando de madrugada con un joven periodista, alter ego de Cameron Crowe, aleccionándolo sobre las verdades de la vida y el rock. “Los tipos guapos no tienen espina vertebral. Ellos consiguen a las chicas... ¡pero nosotros somos más listos!” Según Frank Zappa, el periodismo de rock consta de gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no puede pensar, para realizar artículos para gente que no sabe leer. Y Lester Bangs, qué duda cabe, fue el mejor de todos.

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Fragmento de una carta apócrifa y póstuma de Lester Bangs –famoso por haber escrito una entrevista apócrifa y póstuma con Jimi Hendrix– recibida presumiblemente por Dave Marsh: “¿Conocés esa farsa que dice que si hay un cielo del rock debe haber en él un infierno de banda? Bueno, no creas en eso. Todo el talento va directo al infierno. Todo. Yo no hago más que llenar mi solicitud de admisión al infierno cada seis meses, y siempre me la rechazan diciendo que tengo un corazón demasiado bueno. ¿Podés hacerme el favor de escribirles ya y corregir ese error? Contales el hijo de puta que puedo llegar a ser cuando tengo ganas. Conocí a Dios apenas llegué. Le pregunté por qué. Ya sabés: morir a los 33 y lo demás. Todo lo que él dijo fue MTV. No quería que experimentase eso, sea lo que sea. Me tengo que ir de acá. Estoy harto de escuchar a otro ángel tocar en su arpa ‘Escalera al cielo’. Es algo así como el himno nacional. Creeme, Dave. Detroit era el cielo. ¿Quién se lo hubiera imaginado?

Eternamente tuyo.
Bangs”

David Bowie Ziggy Stardust

Y sigo añoralgica de una epoc que ni siquiera es MI epoca...

La Lección de Anatomía


(...)—La muestra se divide en nueve galerías. En cada una de ellas se resalta un sistema determinado del cuerpo humano. Y la que más atrae a la mayoría de nuestros visitantes, y a mí también, es la del sistema circulatorio. Creo que porque allí los especímenes están preparados de una forma diferente. Los vasos sanguíneos están rellenos de silicona y el tejido a su alrededor fue quitado, de manera que uno puede entender mejor cómo reciben la sangre los órganos y qué pueden hacer gracias a eso. Por eso creo que hasta los médicos se quedan tan impactados. Ellos, que estudian los cuerpos durante toda la vida, ven en la muestra las bases del sistema circulatorio. Y los visitantes “comunes” quedan abstraídos por la belleza del cuerpo y su complejidad.

—¿Nunca se sintió mal luego de trabajar con los cuerpos? ¿No tuvo pesadillas con ellos?

—Nunca. Siento total respeto por los cuerpos. Cada vez que tengo alguno cerca, tengo esa sensación de que se trata del organismo de una persona, que debe ser tratado con propiedad. Y como soy anatomista y trabajé con cuerpos durante toda mi vida, ahora mi tarea es controlar que nuestra exhibición esté lo mejor hecha posible. Que sea un lugar confortable para que la gente venga a aprender, que los ejemplares sean utilizados de manera apropiada. Puedo garantizarle al público que todo esto es tenido en cuenta y que nadie debe tener miedo de venir...

—Ocurre que las imágenes son muy impresionantes...

—Le cuento una breve historia: en Inglaterra vino una pareja de unos 70 años. La mujer quería entrar y el marido, no. Tras una breve discusión, el hombre aceptó pero “sólo por media hora”. Cuatro horas después, la mujer lo estaba esperando para que saliera. Uno no se puede dar cuenta de lo que le va a pasar con la exhibición hasta que la visita. Y le puedo decir a la gente que sus impresiones probablemente sean erróneas. La gente de todas las edades se entusiasma. Al ver un hueso, una articulación, un nervio, se suele perder de vista que se está frente a un cuerpo real. Eso nos pasó en todos lados y no creo que ocurra algo distinto en la Argentina.

August 26, 2007

Tapas eran las de antes




y música...también

August 25, 2007


Brevísima pero interesante escapada a Colonia.

(nota mental: no despreciar ¡peor es nada!)

August 23, 2007

1 2 3 probando...radioblog player


¡¡Fabulóooosico!!!


Este resultado me arrojó Google a mi búsqueda de imágenes "cambio estado".
(¡pero yo buscaba cambios de estado de la materia, beshtiash!)

August 20, 2007


Este verano quiero estar acá, pase lo que pase y caiga quien caiga

August 19, 2007

Ültimo momento: Elvis not dead!!

Una leyenda del rock no puede morir. Al día siguiente de su fallecimiento, el 16 de agosto de 1977, Elvis Presley comenzó a realizar apariciones en todos los rincones del planeta. A finales de los años 80, había sido visto en Kalamazoo, Michigan, comiendo una hamburguesa.
La leyenda urbana, lanzada por el tabloide estadounidense de noticias delirantes Weekly World News, recorrió rápidamente todo el planeta y desde entonces las visiones del rey del rock'n'roll no han hecho más que sucederse.
Algunos lo han visto en una caravana en Louisiana (sur), en Osaka en Japón tomando cursos de danza del vientre, en República Checa conduciendo un tranvía o comprando zapatos de gamuza azul en Gran Bretaña.
Pero el testimonio que más se repite en innumerables sitios consagrados a las apariciones de Elvis se refiere a encuentros en cadenas de comida rápida en todos los rincones del planeta, desde Sydney hasta Los Ángeles, pasando por Bruselas y Kalamazoo, Michigan (norte).
No hay pruebas, pese a una recompensa de 3 millones de dólares ofrecida a quien pueda aportar elementos concretos de que Elvis aún vive.
Esta recompensa, muy en serio, es ofrecida por el grupo de apuestas británico William Hill, ante la iniciativa del realizador de un documental bautizado 'La verdad sobre Elvis' que será estrenado próximamente.
Treinta años después de su muerte y cuando Elvis tendría hoy 72 años, una cantidad considerable de estadounidenses sigue convencida que 'El Rey' no está muerto. Según un sondeo de CBS, aproximadamente un 7% de los estadounidenses cree que está vivo, lo que representa casi 20 millones de personas.
Los adeptos a la teoría del complot defienden teorías de todo tipo para explicar que Elvis habría simulado su propia muerte. Algunos afirman, por ejemplo, que la leyenda del rock se beneficiaría del programa de protección de testigos y trabajaría para la Agencia estadounidense de Lucha contra la Droga (DEA). Por eso, tendría que viajar por todo el mundo, lo que explicaría todas estas visiones.
Como pruebas irrefutables de la manipulación, citan varios indicios: su segundo nombre está mal escrito en su tumba (Aaron en vez de Aron), el ataúd era demasiado pesado -o demasiado ligero, según las versiones-; a diferencia de lo que acostumbraba hacer, no habría encargado trajes para su nueva gira; y había cantado 'Blue Christmas' poco antes de su muerte, en pleno verano, como manera de advertir a sus fans.
Tampoco faltan quienes plantean la hipótesis de un secuestro extraterrestre o quienes dan rienda suelta a su imaginación.
"Vi a Elvis en el comedero de aves detrás de mi casa. Me aseguré que hubiera granos para todos y les desée buena suerte", cuenta un internauta.
"Esta mañana fui al museo de cera y estoy seguro de haber visto a Elvis. Se mantenía muy inmóvil para hacerse pasar por una figura de cera, pero no me dejé engañar", sostiene por su parte Beavis, de Wadsworth, en Ohio (norte).
Un fanático británico está firmemente convencido de que tras una experiencia de clonación existen en realidad miles de Elvis. Explica que uno de ellos le contó que cada clon podía ser 'El Rey' durante un día, pero que debido a un retraso de los clones del 15 y 16 de agosto de 1977, el clon del 14 de agosto quiso quedarse más tiempo y sufrió un fin trágico. Los miles de clones restantes se reconvirtieron entonces como sosías.

Y hay un último indicio. El nombre de Elvis es el anagrama de 'Lives': él vive.

Pizza Primula

La creación de una "pizza anti-arrugas" origina polémica en Italia
Un nutricionista y un cocinero crearon en el sur de Italia una "pizza anti-arrugas" que fue apreciada por el Papa, pero que fue catalogada de "sacrilegio" gastronómico por los puristas, informó este lunes el diario La Stampa.
La nueva pizza, bautizada como 'Primula', se prepara con harina integral y legumbres crudas, que contienen tres veces más fibra alimentaria que una pizza clásica y mucho más magnesio y hierro, precisaron sus creadores.
Los inventores son el nutricionista y bioquímico de la Universidad de Nápoles (sur de Italia) Eugenio Luigi Iorio y el restaurador Cosimo Mogavero, que la presentan a título experimental en uno de sus establecimientos, llamado 'La fabbrica dei sapori', en la localidad de Battipaglia, provincia de Salerno (sur de Italia).
Los creadores aseguran que las ocho legumbres y condimentos que la componen cuentan con virtudes antioxidantes contra el envejecimiento como tomate, ajo, calabacín, champiñones, zanahorias, espinacas y albahaca.
La nueva pizza fue al parecer degustada y apreciada por el Papa, Benedicto XVI, de 80 años de edad, en una demostración realizada por Iorio y Mogavero durante una fiesta de la guardia del Vaticano.
La opinión pontificia, sin embargo, no ha frenado la hostilidad de los más ortodoxos.
Para la 'Asociación de la verdadera pizza napolitana', se trata del "último sacrilegio" contra siglos de tradición culinaria, ya que la harina integral impide que la masa crezca al calentarse y que forme el borde característico de la pizza napolitana.
Esta asociación se opuso de forma airada con anterioridad a la venta de pizza en porciones, una costumbre muy extendida en toda la península.

August 17, 2007

Leyes absurdas


El diario inglés The Times publicó en su edición de hoy un insólito listado sobre las leyes más absurdas del mundo.

En el "top quince" de esas normas, se destacan las siguientes:

1- La cabeza de cualquier ballena muerta que aparezca en las costas británicas pertenece al rey. En tanto, la cola es de la reina, siempre y cuando necesite los huesos para su vestimenta.

2- Un ginecólogo en Bahréin no puede mirar directamente los genitales de su paciente, sino sólo por medio de un espejo. Eso sí, puede tocarlos.

3- En Vermont, para que las mujeres puedan tener una dentadura postiza deben contar con el permiso de sus maridos.

4- En la ciudad británica de York aún es legal matar a un escocés, siempre y cuando se efectúe en los muros citadinos, aunque el "enemigo" deberá portar arco y flecha.

5- En la península de Florida, en los Estados Unidos, las mujeres solteras no podrán arrojarse en paracaídas los domingos.

6- En Gran Bretaña un hombre que quiera orinar en la vía pública sólo podrá hacerlo teniendo en cuenta reglas básicas. Deberá "apuntar" a la rueda trasera de su vehículo y tener la mano derecha sobre el techo del auto.

7- En San Salvador, uno de los países con mayor violencia en el mundo, un conductor borracho podría ser penado con la pena de muerte, ante algún pelotón de fusilamiento.

8- En Indonesia, la pena por masturbarse es nada menos que perder la cabeza: la decapitación.

9 - En Miami está prohibido andar en skate en una comisaría.

10- En el Reino Unido, las embarazadas pueden orinar en cualquier lugar que deseen.

11- Los barcos de la Armada Real Británica deberán proveer de un barril de ron a los miembros de la Torre de Londres al ingresar al puerto de la capital inglesa.

12- En Ohio está prohibido tener un pez borracho.

13- En Francia está prohibido bautizar Napoleón a un chancho.

14- Es ilegal morirse en el Parlamento británico.

15- Los taxistas de Londres no podrán transportar cadáveres o perros rabiosos.

August 16, 2007

Ray Harryhausen & Ymir/ Kraken


Después de Earth Versus the Flying Saucers [vd: La Tierra contra los platillos volantes, 1956], de Fred F. Sears, el siguiente proyecto que se planteó Ray Harryhausen fue una película sobre unas harpías atacando la ciudad de París. El borrador se quedó en eso, pero a partir de ahí surgió una idea paralela: en lugar de París, la ciudad sería Roma, y en relevo del grupo de harpías, se trataría de una sola criatura, un ser procedente de Venus al que Harryhausen bautizó con el nombre de Ymir (el gigante de hielo de la mitología escandinava), si bien a lo largo de la película no se pronunciará tal nombre.

La estructura del film, por lo demás, es la tradicional del cine de ciencia-ficción de la época, con la prueba espacial errada y el enfrentamiento del ejército contra el peligro procedente de los espacios siderales. Sin embargo, la mayor base sobre la cual se articula la cinta es el mítico King Kong (King Kong, 1933), de Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper, con efectos especiales de Willis H. O'Brien, genio al que Harryhausen admiraba por esta genial obra. Así pues, la base argumental es, en esencia, la misma: la criatura es traída de su lugar de origen a la civilización; incomprendida, es sojuzgada y atacada y ella, en su defensa, es considerada la instigador del mal; finalmente, será abatida por el ejército y caerá de lo alto de un edificio emblemático (en este caso, el Colisevm Romano) para morir. Ahora, empero, no hay historia de amor entre la Bella y la Bestia -sólo entre la científica y el militar-, no existe un análisis del Eros más bestial que late en nuestro subconsciente. Harryhausen (y el subvalorado Nathan Juran) aplican a la historia un tratamiento de gozosa monster movie por medio de una narración sin tiempos muertos (algo habitual en muchas de estas películas: el interludio entre cada escena donde aparece el monstruo se hace cansino y superfluo), con una progresión in crescendo, siempre plagada de interés, donde resaltan momentos tan magistrales como la escena del pajar donde el Ymir ataca al granjero -toda resuelta a base de sombras- o la ya mítica del enfrentamiento final en el Coliseo.

Anécdotas
* El Kraken que efectuaría Harryhausen para Furia de titanes (Clash of Titans, 1980) tiene la misma apariencia que el Ymir de este film, salvo por la ausencia de bigotes y la detentación de tentáculos. * El personaje es copiado/homenajeado en un cómic de Spiderman. * Título de rodaje: The Giant Ymir. También conocida como The Beast from Space. * Como en muchas producciones de serie B, la música está supervisada por un director musical (Mischa Bakaleinifoff), quien hace uso de música de stock de los archivos de la productora, empleando composiciones originales para el film o procedentes de otras películas (como los compases de Steiner, Rózsa y otros). * En algunas copias está eliminada la escena de la lucha con el elefante (por su crueldad).

August 13, 2007

El cantante Arión y su delfín fantastic



Year: 1514
Scientist/artist: Albrecht Dürer
Originally appeared in: Arion
Now appears in: Nature and Its Symbols by Lucia Impelluso, translated by Stephen Sartarelli
According to the Greek legend, the gifted singer Arion was tossed overboard by sailors who wanted to steal his stuff. By the time he was thrown into the sea, however, he had bewitched a dolphin who came to his rescue. This dolphin sports more protuberances than any seen in nature, but in fairness to Dürer, who was known for his realism, the fact that he was illustrating a legend may have given him a greater sense of artistic license.

Link a más criaturas fantastic

August 5, 2007

August 4, 2007

El túnel del tiempo (perdido)


Yo no sé si estos nabos del túnel del tiempo lo hacen apropósito o adrede:¿acaso no se les dijo bien clarito que no deben interferir ni alterar los acontecimientos del tiempo al que son transportados? Y los tipos llegan y lo primero que hacen es ir a hablar con la autoridad competente y buchonear todo lo que va a pasar...
Así anda el mundo por culpa de estos giles!!
Link a "IrwinAllenZone"