"Creo que la paranoia, en algunos aspectos, es la evolución en los tiempos modernos de un antiguo y arcaico sentido que los animales de presa todavía poseen: un sentido que les advierte que están siendo observados (...) un sentido atávico." philip k. dick (en una entrevista, 1974)
frente a la puerta, buscó a tientas el cordón de la lámpara. pero no lo encontraba. era absurdo. con los brazos y los dedos extendidos empezó a dar vueltas en la oscuridad. tuvo un arrebato de pánico, como si todo hubiese desaparecido a su alrededor. de tanto agitarse, su cabeza chocó contra la esquina del botiquín. los frascos de cristal del estante se tambalearon. lanzó un insulto. la voz de su mujer, increíblemente lejana, repitió: “¿estás bien?”. luego “¿qué pasa?”. phil murmuró, sin duda no lo suficientemente fuerte como para que ella lo oyera, que no encontraba el maldito cordón de la lámpara... cuando de repente comprendió que el cordón no existía. existía, sí (y siempre había existido) un interruptor en la pared, a la derecha de la puerta. lo encontró sin problemas y lo activó con un golpe seco. la bombilla del techo se encendió. observó el cuarto de baño con desconfianza. todo parecía normal. no muy limpio pero normal. algo de ropa interior secándose sobre la bañera. una cucaracha atravesó las baldosas del suelo. se contuvo para no aplastarla.
pensó: “¿de dónde he sacado el recuerdo de un cordón para encender la lámpara? un cordón preciso en un lugar preciso y con una longitud precisa, en un lugar preciso. no buscaba a tientas porque sí, como lo hubiera hecho en un cuarto de baño ajeno. no, buscaba el cordón de una lámpara que estaba acostumbrado a utilizar con la suficiente frecuencia como para crear un reflejo en mi sistema nervioso”.
la maestra de las niñas, exasperada por diálogos como:
-¡pero si los tigres no comen títeres!
-no, pero no creo que la directora lo sepa
quiso advertir a los padres. como anne no estaba en casa, fue phil quien la recibió, mostrando un vivo interés por sus teorías pedagógicas y asegurándole que se encargaría de controlar la imaginación de las niñas. pero al acompañarla para despedirse, no pudo evitar poner por unos segundos esa cara suya de exaltado, una expresión a la vez sardónica y de extasiado y susurrarle:
-no se lo diga a nadie pero yo soy phil dick, el famoso escritor.
la maestra lo miró con estupor. la cara de phil se recompuso y volvió a ser la del padre atento y responsable que acababa de escuchar las quejas de la maestra de sus hijas.
-¿cómo ha dicho?- balbució ella.
-no he dicho nada.
esto es de “yo estoy vivo, vosotros estáis muertos”, una biografía de philip k dick publicada por minotauro.