Soy inteligente, de modo que contrasto fuertemente con los ortodoxos.
Ch. Fort, El libro de los Condenados.
Así lo describe Jacques Bergier : “Parecía una foca tímida. Tenía las piernas redondas y gruesas, vientre y trasero salientes y parecía carecer de cuello. Su cráneo era bastante voluminoso y estaba medio calvo; sobre su ancha nariz asiática se apoyaban las gafas con montura de acero; su bigote parecía el de Gurdjieff”.
Charles H. Fort (1874-1932) era sin lugar a dudas un tipo peculiar. Escribió su autobiografía con tan solo 25 años, y aunque trabajó un tiempo como periodista y taxidermista (¡), gran parte de su vida la dedicó a la recopilación de hechos anómalos en la biblioteca de Nueva York.
Metódicamente, leía incansablemente periódicos y revistas científicas, en su busca de información. Acumulaba notas hasta el punto de llegar a tener sus fichas ordenadas en 1300 cajas de zapatos, intentando buscar un sentido global en todo ese caos. En ocasiones se desesperaba, quizá sintiendo que estaba desperdiciando su vida en un empeño absurdo y llegó a quemar todos sus apuntes –que se contaban por decenas de miles e incluían libros inéditos ya terminados. Este arrebato destructivo lo tuvo, que se sepa, al menos dos veces en su vida, para posteriormente, volver a empezar de cero.Los libros que publicó Charles Fort fueron El libro de los condenados (el único traducido al español y en cualquier caso difícil de encontrar), New Lands, Lo! y Wild Talents. Desgraciadamente solo hemos podido leer el primero de ellos; los otros los conocemos porque son ampliamente citados por otros autores, especialmente por Jaques Bergier y por John A. Keel (otro tipo muy recomendable, popular ahora porque se ha hecho un película sobre sus investigaciones acerca del hombre polilla o Mothman).
más allá del estilo, lo que nos importa es el fondo del asunto. Especialmente ese sentido crítico que le hace alejarse de las ideas y teorías comúnmente aceptadas, rebelándose contra la oficialidad cuadriculada y poniendo en evidencia sus métodos. Increíblemente, su discurso no solo sigue vigente hoy en día sino que se nos antoja imprescindible en estos tiempos de control mediático de la opinión pública y aborregamiento general. Mas, en cualquier caso, los asuntos de los que habla resultan fascinantes.
Un asunto en el que hace especial hincapié es en el de las lluvias insólitas. A lo largo de la historia a caído del cielo absolutamente de todo, habiendo o no nubes... lluvia de todos los colores, olores y consistencias, sustancias de lo más variopintas, animales de todo tipo y tamaño, desde vivos a podridos, etc. Lluvias de sangre y de carne, de monstruosos bloques de hielo, y cualquier otra cosa que uno pueda imaginar. Las explicaciones que se dan desde la ortodoxia suelen ser insatisfactorias, hablando de tornados, etc, que son curiosamente selectivos a la hora de llevar, por poner un ejemplo clásico, solo ranas y no hojas, barro u otros animales. Absurdo, sin duda. Pero veamos qué explicación se le ocurre a Fort; él dice que nuestra situación es parecida a la de peces abisales que ven caer de la superficie del mar a su mundo objetos y sustancias que les son extraños, ya que son incapaces de imaginar el mundo de la superfice al que no tienen acceso. Así, habla de un supermar de los Sargazos (así lo llama él, qué le vamos a hacer) sobre la atmósfera, del que proceden todas esas cosas que no aciertan a explicar meterólogos, astrónomos ni ningún otro científico.
De hecho menciona muchos casos sobre caídas de bloques de hielo de gran tamaño, citando sobre todo casos del siglo XIX y principio del XX. Imagino que todos recuerdan que hace tres años empezaron a caer en España lo que se dieron en llamar aerolitos o frigolitos. La explicación que dio Manuel Toharia (director del museo de las ciencias de Valencia), al más puro estilo de los ortodoxos de los que habla Fort, fue que el primer caso provino de un avión y todos los demás fueron fraudes. Más o menos lo mismo vino a decir Javier Armentia, el director del planetario de Pamplona, que ridiculizó el fenómeno. Desde luego hubo muchas bromas y fraudes, en parte fomentadas por los autodenominadas asociaciones escépticas que, tal vez incómodos con el fenómeno, daban instrucciones en internet sobre cómo fabricar casos falsos. Así pues, oficialmente solamente se verificaron 6 casos por el CESIC, aunque es casi seguro que muchos más fueran auténticos. Y de hecho el fenómeno ha seguido ocurriendo; en Enero de 2002 cayó en Soria uno de más de 16 kilos. Lo que el equipo del CESIC (con Martinez-Frías a la cabeza) han descartado por completo es que el origen tuviera que ver con aviones o meteoritos. El agua que lo forma estos aerolitos es agua de lluvia, lo que hace pensar en un fenómeno atmosférico increíblemente extraño. Tanto, que Eduardo Coca, director del Instituto Nacional de Meteorología y otros meteorólogos se han apresurado a rechazar de plano la posibilidad de que se puedan originar esos bloques de hielo en la estratosfera, especialmente en ausencia de nubes gruesas y bien visibles.
El 7 de julio de 1997, cerca de las costas gallegas navegaba el buque maltés Marietta II. A media tarde, con visibilidad perfecta y el mar en calma dos tripulantes vieron caer al mar y hundirse a unos 60 metros del barco lo que describieron como un hombre verde con una especie de casco. Salieron patrullas de rescate desde Finisterre pero no se encontró nada.
Otros asuntos de los que trata Fort son los llamados OOPARTS (Out Of Place Artifacts o, para entendernos, cosas que no tiene sentido que estén donde se encuentran, como objetos tecnológicos en canteras prehistóricas) y es precursor de lo que luego se denominó astroarqueología, con la que años más tarde se forraría Von Daniken; animales criptozoológicos o directamente fantásticos; huellas misteriosas y OVNIs. De hecho resulta llamativo que en su libro haga notar el olor a azufre que se presenta en muchísimos de estos fenómenos anómalos y lo asocie a algunas huellas encontradas muy extrañas (parecidas a las de cabra pero totalmente incongruentes) para relacionar parte de estos extraños fenómenos con la iconografía tradicionalmente relacionada con los demonios. Esto nos recuerda, claro, al popular relato de Clarke.
En sus libros posteriores Fort también se ocupa de otros temas como el de las Combustiones Humanas Espontáneas; las teleportaciones; las casualidades inverosímiles; facultades psíquicas; y un largo etc.
Han pasado más de ochenta años de la publicación de El Libro de los Condenados, pero sin embargo gran parte de las reflexiones de Fort siguen resultando válidas. Las cosas han cambiado sorprendentemente poco, las reacciones de la ciencia ortodoxa siguen siendo idénticas a lo que describe en sus libros. Y no deja de ser curioso y casi inexplicable que muchos de esos escépticos militantes, de los que siempre tienen la epistemología en la boca, consideren a Charles Fort “uno de los suyos”.
La influencia de Fort es indudable. Se dice que Lovecraft era un ferviente admirador, y desde luego todo el género literario que se dio en llamar de manera desafortunada “realismo fantástico” bebe directamente de él.
Así que, para acabar con una cita de Fort, recuerden: “la ciencia de hoy es la superstición de mañana, y la superstición de hoy ciencia de mañana"