March 21, 2007

Asia: Cumbre sinfónica en Buenos Aires



Asia
Asia
El show del supergrupo completó una semana inolvidable para los fans argentinos del rock de los ‘70.

20.03.2007



Si por casualidad algún fan argentino del rock sinfónico y progresivo hubiera quedado increíblemente insatisfecho tras los dos multitudinarios e inolvidables shows de Roger Waters en el estadio de River, al día siguiente tuvo “la cereza del postre” con el arribo de Asia. Sin demasiados anuncios previos, y casi con perfil bajo, el super grupo británico de los ochenta hizo escala en el teatro Gran Rex, con sus miembros originales y en el contexto de una gira mundial por el vigésimo quinto aniversario del lanzamiento de su auspicioso álbum debut.

Asia (el de la portada del dragón emergiendo de un embravecido océano) vio la luz en 1982 por obra y gracia de este “super grupo”, término acuñado para definir a aquellas agrupaciones conformadas por ex integrantes de exitosas bandas. De este modo, el guitarrista Steve Howe (Yes), el bajista y vocalista John Wetton (King Crimson), el baterista Carl Palmer (Emerson, Lake & Palmer) y el tecladista Geoff Downes (The Buggles) aunaron esfuerzos para brindar una propuesta musical que mixturaba la típica instrumentación y arreglos grandilocuentes del rock progresivo, con la fuerza del rock y melodías cercanas al pop. Esta versión aggiornada del rock sinfónico (eran principios de los ochenta, con la new wave, el pop bailable y el tecno pop a la cabeza) hizo poner el grito en el cielo a la crítica especializada y a los fans sinfónicos más ortodoxos, pero al mismo tiempo despertó el interés de las generaciones más jóvenes. Por eso, aquel álbum primigenio se convirtió en un suceso y permaneció nueve semanas en el primer puesto de la prestigiosa revista Billboard. El grupo siguió adelante con más discos y cambios de integrantes, pero su estela se fue apagando hasta la disolución.

Nuevamente en carrera, su regreso provocó no poca curiosidad. Y eso fue lo que primó en los momentos previos entre el público mayoritariamente “senior” que colmó el Gran Rex. Las dudas, al fin, se despejaron cuando sonaron los primeros acordes de “Time again” y ya desde ese momento, el cuarteto se metió al público en el bolsillo. Con un sonido inicialmente un tanto saturado, que fue acomodándose a medida que transcurrió el show, la banda demostró estar en muy buena forma, especialmente por el desempeño vocal de John Wetton que lució intacto.

“Without you”, “Wildest Dreams”, “Here comes the feeling” y demás temas de aquel histórico primer disco, constituyeron la columna vertebral del concierto aunque hubo algunos condimentos extra que hicieron delirar a la platea. Así sonaron también el hitero “Don’t cry” (del segundo álbum) y gemas de sus bandas anteriores, tales como “Roundabout” (Yes), con un trabajo exquisito de Howe en guitarra; “Fanfare for the common man” (ELP), con un inspirado Palmer tras los parches; “In the court of the Crimson King” (King Crimson) y “Video killed the radio star”, el único éxito de Downes con The Buggles, pero en una versión un tanto más clásica y lejana de su perfil tecno pop original.

Los detractores del rock sinfónico siempre colocaron su ojo crítico sobre el exacerbado virtuosismo de sus principales referentes, privilegiando su performance personal por encima de la obra. Sin perjuicio de que en algunos casos eso sea cierto, en el Gran Rex quedó demostrado que Asia escapa a esa opinión, ya que cada uno de sus componentes se pone al servicio del grupo y de la canción en sí. Sin desmerecer la labor de Wetton y Downes, los mayores aplausos los cosecharon Steve Howe (especialmente en un set solista donde deslumbró con una acústica) y Carl Palmer, quien, además de oficiar de simpático maestro de ceremonia, literalmente hizo “hablar” a su batería en cada tema y en un festejado solo.

El bombástico “Heat of the moment” ofició de inmejorable cierre para una velada no exenta de nostalgia pero, al mismo tiempo, sin aroma a naftalina. Porque sus músicos continúan vigentes y el repertorio elegido tiene carácter de clásico. Y, como tal, no envejece. Sólo perdura en el tiempo.

Gabriel Hernando