Googleando "tortugas pinja" me vengo a enterar gracias a este jugoso artículo que la Señora "Flaca Escopeta" protagonizó una porno-o más de una-en la decada del 70.
A partir de aqui copio y pego:
Porno argentino
La pornografía local ofrece un abanico expresivo paupérrimo, aparentemente congelado en el amateurismo en lo que hace a los aspectos de producción. Es un pésimo combinado. El director más prolífico se hace llamar Víctor Maitland. Luego de una bochornosa compilación de hardcores yanquis (Anuario), Maitland se compró una cámara y consumó Los pinjapiedras, Las tortugas pinja y Los porno sin-son.
Las taras del porno criollo condensan un amplio espectro de confusiones. Empezando por un trabajo de post-sonorización que no podría ser más fallido. Si el primer "gancho" del rubro era ofrecer imagen y voz argentinas (¡el público de estas pampas no sólo aspira a verse reflejado en Un argentino en Nueva York!), un doblaje groseramente fuera de sincronismo ha venido a dar por tierra con esta veta. Las voces, para peor, han llegado a ser de afiatados locutores que no se pegan ni por asomo con las criaturas que muestra la pantalla. Los pinjapiedras es la que llevó más lejos esta torpeza, y al mismo tiempo la que mejor trabajó los diálogos para el lado de la comicidad. El resultado llega a ser una buena pieza de humor radiofónico invariablemente disociada de las imágenes. Infaltable música cumbianchera, sombras de cámara, subexposiciones cierran un panorama virtualmente infantil para los videos argentinos destinados a los adultos.
Grandes mitos
Entre los grandes mitos del porno hay uno de industria nacional: Juegos de verano, el título que inauguró la categoría. Entre los extranjeros el más mentado debe ser Detrás de la puerta verde, en el que muchos ven una realización perdurable.
Filmada en 35 milímetros a comienzos de los 70, Juegos... permite apreciar en plena faena chancha a unas cuantas mascaritas del "medio artístico" mucho antes de que ganaran fama y dinero con la televisión (a veces se torna difícil distinguir a los unos de los otros, ya que el estado de la copia deja mucho que desear). En los pasajes de mayor nitidez se dejan ver Alberto Massini (posterior partenaire del gordo Porcel), Virginia Faiad (hermana de Zulma), Linda Péretz (sí: la mismísima Flaca Escopeta) y Alberto Morán. En fin. Se trata de un grupo de jóvenes que da rienda suelta a los bajos instintos durante un fin de semana en el Tigre. La textura de las imágenes remeda los films de Sandro y Palito que pudieron verse en TV tantos sábados por la tarde. Por supuesto que también hay coitos y fellatios. Los hallazgos de la cinta no tocarán la vena sexual pero sí la humorística: hay dos o tres para la antología de la risa no buscada. En uno aparecen Péretz y Massini, muy acarameladitos ellos, al lado de una conejera. Una pareja de conejos, que atisba Linda, fornica fuera de cuadro: "Nunca los había visto hacer el amor", dice mientras le suben los furores. "¿No les molestará?" "No creo", repone Alberto. Palo y a la bolsa. En pleno trance amatorio, la Péretz disipa la calentura aferrándose a un roedor. (Recientemente, y a raíz de estas líneas, recibimos una carta de Virginia Faiad, quien asegura que ella sólo apareció vestida, en una escena breve en la que "ni siquiera existió un beso", y niega el carácter pornográfico del guión de esta película a la que –también nos dice– nunca vio.)
Detrás de la puerta verde acusa malamente la época de su filmación. Estrenada en los cines yanquis durante 1973, se distingue empero de los pornovideos tradicionales. Goza de gran cantidad de exteriores, de una escenografía y una puesta en escena inusuales. Todo el despliegue, empero, va detrás de un planteo confuso, setentista en el peor sentido (y que ha sido seguramente el motor de su injusta fama). Marilyn Chambers, muy zarandeada después por roles de este tipo, encarna a una hermosa rubia raptada por unos maniáticos que la obligan a participar de sus rituales en una suerte de templo de perdición. El sucucho, bastante estrambótico por cierto, es el escenario de un preámbulo aburridísimo, que recuerda a la incalificable La lección de anatomía que deambuló 20 años por la cartelera teatral argentina. Hay multitud de trajes stretch, mimos onda Marcel Marceau, desenfoques "artísticos" y demasiadas erecciones en poses sacrificadas. Algo se le puede puede elogiar a Detrás de la puerta verde, y es un apasionado beso francés prodigado por Chambers. Trámite lento, enamoradizo (acaso retomado por Little Girls), sobreimpreso con el plano general de una ciudad de noche al amparo de sugestivos rasgueos folk. También incluye un memorable coito en off: ella y él se aman en primer plano, morosamente, con el solo sonido de sus alientos y el eco leve de la procesión inferior.
Guillermo Ravaschino