... ese "no lugar" o zona gris ubicada entre el Paraíso y el Infierno, adonde según una tradición teológica difundida durante muchos siglos iban a parar las almas de los niños fallecidos sin bautizar y también de aquellas personas (incluso las de vida virtuosa, como los profetas bíblicos) que habían muerto antes de la resurrección de Cristo.
"La gracia tiene prioridad sobre el pecado y la exclusión de niños inocentes del cielo no parece reflejar el amor especial de Cristo por los más pequeños". El limbo era "un problema pastoral urgente ya que cada vez son más los niños nacidos de padres no católicos y que no son bautizados", mientras que "otros no nacieron al ser víctimas de abortos", dijo la Iglesia.
La decisión fue adoptada el 19 de enero por el Papa en un encuentro con el cardenal norteamericano Joseph Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sucesor del cardenal Ratzinger cuando éste se convirtió en Benedicto XVI. Pero el documento, de 41 páginas, elaborado por la Comisión Teológica Internacional de 30 miembros, que desde 2004 trabajó bajo la dirección de Ratzinger y Levada, fue publicado recién ayer a través de la agencia CNS, de la Conferencia Episcopal norteamericana.
El texto se conoció solo en parte y en su versión en inglés.
Benedicto XVI es un viejo adversario de la existencia del limbo. Ya en 1984, en el libro "Entrevista sobre la fe", dijo que se trataba de una "hipótesis teológica" y no de un dogma, y que personalmente era favorable a la abolición.
La incertidumbre teológica ha durado muchos siglos, desde que San Agustín, uno de los padres de la Iglesia y gran mentor doctrinario del actual Papa, afirmó que el destino de los no bautizados era el infierno. San Agustín, el autor de las "Confesiones", murió en el año 430. Santo Tomás y sus seguidores prefirieron el camino intermedio del limbo, del latín "limbus", que quiere decir borde, confín. La existencia del limbo se difundió a través de los teólogos católicos del siglo XIII.
En el catecismo de San Pío X, quién murió a comienzos de este siglo, se afirmaba que "los niños muertos sin bautismo van al limbo, donde no gozan a Dios, pero tampoco sufren, porque teniendo el pecado original y solo él, no merecen el Paraíso, pero tampoco el Infierno o el Purgatorio".
En el catecismo de la Iglesia de 1992 desapareció la mención del limbo. Allí se afirma que "en cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia no puede sino confiarlos a Dios, que quiere que todos los hombres sean salvados, y a la ternura de Jesús hacia los niños".
La Comisión Teológica Internacional, en el documento de 41 páginas aprobada por el Papa, abolió al limbo al considerar que "refleja una visión excesivamente restrictiva de la salvación".
Sin afirmar claramente que las almas de los niños no bautizados van directamente al Paraíso, los 30 teólogos de la Comisión están convencidos de que "existen serias razones teológicas para creer que los niños que no han recibido el bautismo y mueren se salvarán y disfrutarán de la visión de Dios".
El documento precisa que la Iglesia sigue considerando al bautismo como el camino para la salvación, pero en estos casos "la misericordia de Dios es más grande que el pecado", según dijo a la agencia EFE un miembro de la Comisión Teológica.
El documento se titula "La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados" y afirma que "hay buenas razones para esperar que los niños que mueren sin el bautizo vayan al cielo".
La agencia CNS de los obispos norteamericanos, que difundió una síntesis del documento, señala que el texto considera que "Dios es misericordioso y quiere que todos los seres humanos se salven".
"Es cada vez más difícil aceptar que Dios sea justo y misericordioso y a la vez excluya a niños que no tienen pecados de la felicidad eterna", dice el documento.