Un hombre célebre debe morir como Sócrates: veneno en mano, rodeado de sus discípulos, con sus jueces llorando delante, con toda la dignidad histórica. Una lección que pasó a la posteridad. No como Plinio, el Viejo, naturalista demasiado concienzudo. El muy imbécil vio el Vesubio en actividad durante la erupción que arrasó Pompeya (en el 79 d.C.) y queriendo estudiar el fenómeno de cerca, no se conformó con huir y ponerse a salvo sino que se acercó y entre temblores de tierra, gases, humaredas y el pánico, murió de una crisis cardiaca.
Queda claro que las muertes estúpidas no son invención de nuestro tiempo. Otro ejemplo, Magallanes, cuando le quedaba sólo una cuarta parte de su vuelta al mundo, cuando ya había pasado lo más difícil y surcado los mares desconocidos, cuando había encontrado la civilización, víveres y seguridad en Filipinas (1521), se metió por medio en un sencillo ajuste de cuentas entre dos insignificantes tribus indígenas y ahí acabó sus días, por meterse donde nadie le llamaba.
Las celebridades siempre han tendido a rodearse de gente anónima. Así en caso de catástrofe su cuerpo se encontrará con una multitud de víctimas a su alrededor y parte de su aura recaerá sobre estas.
Gracias a su fama, la catástrofe permanecerá un poco más en la historia pero no siempre es así. Por ejemplo, el destino le jugó una mala pasada a Dumont d'Urville, explorador del siglo XIX al que se le debe entre otras cosas el descubrimiento de la Venus de Milo y la primera expedición al Antártico. Este navegante que podría haber muerto heroicamente entre icebergs y tempestades, falleció en las afueras de París, en la primera catástrofe de la historia ferroviaria, la del tren Paris-Versailles, en 1842.
Algunas muertes estúpidas son muy conocidas, como la de la bailarina americana Isadora Duncan (1927), estrangulada por su bufanda que se había quedado enganchada entre los radios de la rueda de su coche; o la del presidente francés Félix Faure en brazos de una prostituta (1899); o la del cardenal Daniélou (1974) muerto en idénticas circunstancias.
Hay otras muertes menos conocidas, como la del compositor Jean-Baptiste Lully.
Éste estaba dirigiendo su orquesta marcando el ritmo con su batuta. En aquella época (1687) la batuta del director de orquesta era un pesado bastón con el que se golpeaba el suelo. En un fragmento difícil, Lully se enfadó tanto con sus músicos y golpeó el suelo con tanta furia que en su arrebato de cólera se golpeó el pie con el bastón, se le infectó, se le engangrenó y la broma lo llevó a la tumba.
Todos los militares famosos por haber provocado verdaderas carnicerías acaban muriendo en la cama con una serenidad proporcional a su patriótico heroísmo. El ejemplo del general francés Nivelle, muerto plácidamente en su casa en 1924 mientras sus inútiles ofensivas habían hecho perder la vida a decenas de miles de soldados para nada.
Algunos, muy pocos, mueren en el frente, pero a otros el destino les reserva curiosas muertes: tal es el caso del general Patton. Este impetuoso general americano cuyos tanques habían librado a Europa de los invasores nazis, fue un combatiente que se enfrentaba a la muerte, que había escapado a los ataques de los panzers mientras llevaba sus tropas de Sicilia a Elba, murió en un accidente de coche en el que no respetó la prioridad, con la guerra apenas acabada (1945).
Hay que decir que el destino se burla absurdamente a veces con los accidentes automovilísticos, quizás porque un accidente de coche es absurdo por naturaleza. Ahí está la muerte de Albert Camus (1960), máximo representante del Absurdo, que se estampó contra un árbol mientras viajaba en coche con su amigo y editor Michel Gallimard (quien por cierto, había convencido a Camus, que prefería viajar en tren).
Los famosos tienen derecho a veces a muertes horrorosas, que además son siempre más horribles que en el caso de los ciudadanos de a pie.
La muerte del humorista francés Carette conmocionó a la sociedad francesa en su día (1966). Cuando acabó su carrera de actor secundario se quedó inválido por lo que no podía moverse del sillón de su casa. Un día se le cayó el cigarrillo de entre los labios y su ropa ardió. Paralizado, se murió abrasado vivo sin poder hacer el más mínimo movimiento para apagar el fuego.
Pero hay muertes aún más ridículas, como la del dramaturgo Tennessee Williams, muerto en 1983 al tragarse el tapón de un tubo de medicamentos que intentaba abrir. Lo mejor para las celebridades es el suicidio. Esa es la razón por la cual muchos eligen esta forma de morir: se puede elegir la forma, el momento, el lugar y en ocasiones hasta la vestimenta, aunque a veces se elija mal.
La muerte del escritor japonés Mishima, quien, tendiendo hacia la extrema derecha con el paso de los años, fundó una sociedad paramilitar secreta, la Tatenokai. Una mañana de 1970 se decidió a hacerse con el poder en Japón mediante un golpe de estado para restablecer la autoridad inmortal del emperador. Vestido con su uniforme, apareció con cuatro de sus hombres en el cuartel general de las fuerzas de autodefensa, ató de pies y manos al general de turno, salió al balcón y llamó a un golpe militar a los soldados que le escuchaban desde abajo sin poder contener las carcajadas. Humillado hasta el punto de ser arrestado, Mishima se hizo el seppuku con todo su ritual: el sable hasta el fondo de las entrañas, yendo de abajo hacia arriba y la cabeza cortada posteriormente de tajo por su subordinado.
Una noche de alcohol, en México el año 1951, el escritor americano William Burroughs y su mujer estaban jugando a ser Guillermo Tell. Jugaban en serio: con una manzana en la cabeza de la esposa, Joan, con la excepción de que Burroughs prefería un Colt 45 al arco y la flecha porque era un excelente tirador. Bueno... al menos lo solía ser.
Las consecuencias: para uno prisión por homicidio involuntario, para la otra muerte por hemorragia cerebral.
Hay mil formas de morir: valientemente, anonimamente, de muerte natural, accidentalmente... pero de todas, la manera mas tonta de morir es la que menos te esperas y mas te sorprende.
La muerte, a veces es tan caprichosa, que se pasa muchos pueblos, he aqui por último, otro ejemplo real que puede parecer el suicidio de algún personaje de dibujos animados:
En Francia, Jacques LeFevrier quiso asegurar bien la manera de suicidarse.
Se fue a la cima de un acantilado y se ató un nudo alrededor del cuello con una soga.
Anudó la otra extremidad de la soga a una roca grande. Bebió veneno y se incendió la ropa. Hasta trató de dispararse al último momento.
Todo esto para querer morir, pues ese era su deseo
Saltó del precipicio y en el mismo momento que caia se disparó . La bala, que no lo tocó, fortuitamente cortó la soga sobre él.
Libre de la amenaza de ahorcarse, cayó al mar.
El repentino zambullido en el agua extinguió las llamas y le hizo vomitar el veneno. Un pescador que pasaba por ahi lo sacó del agua y lo llevó a un hospital, donde murió... de hipotermia
Muertes Absurdas y Ridículas ( 2ªparte)
Ay! la muerte....Esa gran desconocida...la que muchos temen y otros "valientes" no...Esa Señora o Señor que arrebata la vida sin piedad...La primera idea que se nos viene a la mente: La Parka, aquel esqueleto enfundado de negro sujetando una gran Hoz dispuesta a segarnos el alma, o quizás se trate de una mujer ataviada con mantos blancos a la que no debes mirar a los ojos...Una poderosa presencia que nos espera impacientemente, poniendo fín a nuestra existencia con tán sólo tocarnos en el hombro...y Todos los Mortales desean que llegue siempre muy tarde, y que cuando les haga la visita, el elegido reciba la condena de la forma más feliz o tranquila posible....Pero claro, siempre hay escepciones... cuando el sujeto lleva impreso en la piel, el sello de la mala suerte, la muerte puede reirse de éste , pudiendo ser caprichosa o muy jodida, si no, leed los ejemplos....
El Papa Adriano IV, falleció atragantado por una mosca.
Alejandro Magno fue más listo y supo elegir bien su muerte, producida por unas fiebres contraídas en el trascurso de una orgía que duró dos días.
La Zarina Catalina II La Grande murió a causa de un cólico que la pilló sentada en el retrete. Lo mismo le pasó a Fernando VI en 1759.
Aunque para mala suerte la de Esquilo, que allá por el 456 A.C. murió golpeado por una tortuga que se desprendió de las garras de un águila que volaba sobre él.
Para matar a Rasputín hicieron falta varios pasteles y vino cargados de cianuro, un tiro en el pecho y varios golpes en la cabeza con un bastón de plomo. Más tarde lo arrojaron a las gélidas aguas del río Neva dónde murió finalmente...pero porque se había ahogado.
Démos un salto adelante...
Stiv Bators: accidente en París. Paró a encenderse un cigarrillo en plena calzada y fue atropellado. Se sentó en la acera para acabar de fumar el cigarrillo y al cabo de dos horas murió.
Billy Murcia (de New York Dolls): por amor. Su novia trató de recuperarle para el sexo tras una noche de excesos. Le introdujo tal cantidad de café por el gaznate que lo ahogó.
Chet Baker: caída libre. La mítica voz se asomó a una ventana y se cayó.Era un segundo piso y no pudo sobreponerse al golpe.
Kirst Mccall: accidente acuático. Estaba esta madre de familia de vacaciones en las playas de Cancún cuando un desalmado le pasó por encima de la cabeza con su moto acuática.
Florence Ballard (de The Supremes): pastillas. Pero no la típica sobredosis de somníferos. Florence, la verdadera estrella de las Supremes, se murió de sobredosis de pastillas para adelgazar.
Sam Cooke: acribillado. En calzoncillos en un motel persiguiendo auna chica que no quería acostarse con él. Acabó en la habitación de su manager, que le pegó varios balazos (uno de ellos en sus partes nobles).
Steve Rock (T-Rex): atragantado. Marc Bolan murió al chocar su mini contra un árbol, y Took, el bajista y percusionista de la banda, quiso superarle y falleció al atragantarse con el hueso de una cereza.
Dennis Wilson (de Beach Boys): ahogado. Al parecer iba tan borracho que se ahogó en una charca de más de un metro de profundidad.
Mamma Cass: infarto. Al parecer provocado por su descomunal obesidad.Los rumores apuntaban a que la mataron unos sicarios, pues estaba embarazada de John Lennon.
Les Harvey (de Stone the Crows): electrocutado. El guitarrista murió electrocutado en medio de un solo en una actuación en el Top Rank, en Swansea, delante de sus fans.