April 4, 2007

¿Puede ser la religión una ventaja adaptativa?

Si se piensa que el tiempo dedicado a las prácticas religiosas podría utilizarse para la reproducción de la vida, la respuesta parece más bien negativa. De hecho el mismo Dawkins llegó a la conclusión en uno de sus recientes libros –The God Delusion– de que la religión no sólo no es positiva, sino que se trata de un accidente evolutivo de consecuencias potencialmente peligrosas. ¿Por qué no desapareció entonces la religión de las sociedades humanas si aquellas que la practicaban tenían menos posibilidades de sobrevivir? Lo cierto es que existen otros hábitos mucho más peligrosos que la religión que sin embargo han sobrevivido a lo largo de toda la evolución: el mejor ejemplo es el dormir. Probablemente la necesidad del sueño sea un efecto secundario de ventajas adaptativas tan poderosas como para permitirse “el lujo” de generar una conducta que produce indefensión frente a los predadores. Según algunos investigadores, el caso de la religión constituye un peligro comparable desde el punto de vista evolutivo.

Scott Atran, un antropólogo especializado en la relación entre evolución y Dios, explicaba en una reciente entrevista realizada por The New York Times, que la religión puede definirse como la tendencia a creer que algo materialmente verdadero es falso; por ejemplo, que alguien cuyo cuerpo yace inerte frente a uno en realidad está vivo en otro lugar. Semejante confusión entre vida y muerte es peligrosa para cualquier especie; a pesar de todo, la creencia en una vida posterior es común en la mayoría de las civilizaciones. Si se acepta que la religión es un hábito peligroso para la especie humana, la única explicación posible, argumenta Atran, es que sea un efecto secundario de algunas ventajas adaptativas. Stephen Jay Gould mismo explicaba que el desarrollo de una maquinaria tan compleja como el cerebro necesariamente debería generar productos inesperados que no tenían ninguna función adaptativa en particular. ¿Podría acaso el arte explicarse como una ventaja adaptativa? Otra nota (o libro) podría intentar esbozar una respuesta.

Existen al menos tres mecanismos que según Atran pueden generar la tendencia a creer en poderes sobrenaturales. El primero es la tendencia a detectar a priori un agente externo potencialmente peligroso: huir frente a una sombra extraña que se mueve suponiendo que se trata de un animal peligroso es una política más saludable que quedarse a corroborar la realidad. Esto implica que nuestro cerebro está diseñado para creer que hay algo aun donde es improbable que lo haya.

El segundo mecanismo es, paradójicamente, el razonamiento causal, es decir, la creencia de que todo lo que ocurre tiene una causa, uno de los pilares de la ciencia. Esta forma de pensamiento resulta muy útil a la hora de realizar operaciones simples como comer para satisfacer el hambre o construir una casa, pero puede generar la tentación de encontrar una narrativa lógica donde no la hay. El ejemplo más claro es la naturaleza de la casualidad: es lo que ocurre cuando en un mismo día se dan varios eventos improbables, como recibir el llamado de alguien a quien se estaba por llamar y que el viento tire su foto al piso durante la conversación.

Esa necesidad de una narrativa que justifique lo que ocurre, la dificultad de creer que se trata de simple azar hacen necesaria la creencia en lo sobrenatural.

Y el tercer mecanismo es la capacidad de ponerse en el lugar del otro para anticipar sus posibles movimientos, sobre todo aquellos que pueden resultar peligrosos. Eso implica una capacidad de abstracción suficiente como para concebir que el otro tiene una mente separada del cuerpo, algo que no es directamente accesible a los sentidos pero que existe. De allí a pensar en algo que es pura mente sin cuerpo no hay más que un paso.

En todos los casos la posibilidad de creer en lo sobrenatural está asociada a una ventaja adaptativa. Por otra parte, numerosos experimentos han demostrado que los niños tienden a creer que sus padres todo lo pueden y luego conservan la capacidad de creer que alguien tiene esa capacidad. La creencia en lo supernatural está tan inmersa en nuestra personalidad que se cruzan los dedos por cualquier motivo o se cree en la mala suerte. Un experimento que Atran realizaba en este sentido consistía en mostrarles a sus estudiantes una caja mágica que destruía todo aquello que pusiera en su interior quien no creyera en seres supernaturales. Casi todos los no creyentes dudaron unos instantes en introducir algo en ella. Por otro lado, los fenómenos que se desvían ligeramente de lo normal suelen dejar una impronta mucho más fuerte en la memoria de los sujetos que la experimentan, llevándolos a recordarlo como un hito significativo pese a su marginalidad estadística.
Estas y otras conductas generan el caldo de cultivo en el que surge la creencia en seres supernaturales. Sobre esa base, la sociedad a su vez puede desarrollarla en sistemas completos de funcionamiento particulares que ya exceden la supervivencia de la especie.


Desde la vereda de enfrente se encuentran quienes creen que la religión sí constituye una ventaja adaptativa. En primer y más obvio lugar, la certeza de la muerte (probablemente un efecto no adaptativo de la conciencia) es mucho más manejable si se cree en alguna forma de permanencia del alma o la mente. Quien pueda superar la angustia de la muerte propia y ajena podrá manejar su vida en forma más satisfactoria y abocarse con más energía a reproducirla. Por otro lado, la imposibilidad de pensar la noexistencia es suficientemente convincente como para creer que no es posible y que por lo tanto hay algo que sigue existiendo. Desde esta perspectiva los agnósticos no necesariamente se suicidan en masa, pero sí manejan peor sus vidas, al no sentir que tienen un sentido trascendente.

Entre los evolucionistas hay otra discusión entre quienes sostienen que la selección natural puede operar a nivel individual y a nivel grupal. Uno de los que defiende esta segunda opción es el biólogo estadounidense David Wilson, de la Universidad de Nueva York: hay especies de pájaros que utilizan centinelas que protegen al grupo, pero los elegidos al advertir a sus compañeros delatan su posición y son los primeros en morir frente a un ataque. Sin embargo, como la especie en conjunto se beneficia de esta práctica, los centinelas sobrevivientes pueden reproducirse en mejores condiciones, algo que, según Wilson, demuestra que el altruismo resulta más potente que el egoísmo a escala grupal y son las especies las que se benefician de su práctica. Y, sostiene, lo que sucede entre los pájaros es extensible a la religión que, si bien puede quitar tiempo y energías a un grupo, le aporta otras cosas que le permiten sobrevivir: cohesión, solidaridad y trabajo en equipo.

La creencia en Dios hace a cada uno responsable del bien de todos porque un símbolo sagrado puede ponerse por encima de la voluntad individual y coordinar una sociedad sin resistencias individuales. Cabe aclarar que este tipo de comportamiento religioso puede haber sido una ventaja adaptativa en los últimos millones de años, pero resulta muy discutible en la actualidad, como demuestran las masacres por razones religiosas que hacen cada día más triste a este planeta.

Sin embargo, argumentan algunos científicos, algo de esa ventaja puede continuar hoy a nivel individual cuando una persona religiosa tiene una vida ordenada, que lo hace más atractivo a la hora de conseguir una pareja. Algo similar sostiene el antropólogo Richard Sosis, de la Universidad de Jerusalén, quien encontró que aún hoy los rituales constituyen momentos privilegiados para demostrar la pertenencia al grupo y la disposición a hacer sacrificios por ser incluido. El mismo Sosis aseguró haber encontrado un ejemplo actual de la religión como ventaja adaptativa cuando en 2003 demostró que las comunidades religiosas lograron superar con más frecuencia que las seculares las crisis que terminaron con la mayoría de los kibbutz, sobre todo por la tendencia de los primeros a seguir esforzándose cooperativamente como si tuvieran una misión más allá de sus intereses individuales.