Estaba el joven, y futuro matemático, G. H. Hardy caminando a través de una espesa niebla con un clérigo cuando se encontraron con un niño que llevaba un cordel y un palo. Este encuentro sugirió al clérigo una comparación con la invisible presencia de Dios, que puede ser sentida pero no vista. "¿Ves?, tú no puedes ver el barrilete pero puedes sentir el tirón en la cuerda".
Hardy no dijo nada, pero sabía que si hay niebla no hay viento. Y sin viento los barriletes no pueden volar.