October 6, 2006


Me llamo Jerry Lee Lewis, soy de Louisiana, / y ahora voy a tocar un poco de boogie en este piano que tengo aquí. / Haciéndolo espléndidamente voy a conseguir que esto tiemble, / lo voy a hacer y lo voy a hacer hasta que os rompáis. / Se llama el boogie de Lewis, en la forma en que Lewis lo toca, / pienso hacer un poco de mi boogie woogie todos los días. / Bien, ahora viajemos hasta la vieja ciudad de Memphis, / allí es donde ese chico, Presley, dice que no sois nada más que unos sabuesos, / pero ahora tomad mi boogie, os mantendrá en movimiento, / hasta que empecéis a temblar. / Se llama el boogie de Lewis, en la forma en que Lewis lo toca. / Señor, yo hago mi boogie woogie todos los días.(Lewis Boogie, canción compuesta e interpretada por Jerry Lee Lewis.)


De los cinco grandes creadores del rock and roll que grabaron para Sun Records, los cinco de 1955 (Elvis Presley, Carl Perkins, Johnny Cash, Roy Orbison y Jerry Lee Lewis), es este último el que más honor ha hecho a su propia leyenda y a la idea, bastante extendida, de que el rock and roll es música de juerguistas, bebedores y gente envenenada y sin escrúpulos. A1 fin y al cabo, Elvis era un buen chico, Roy Orbison siempre ha sido un sentimental, Johnny Cash ha lamentado públicamente más de una vez su drogadicción y Carl Perkins es un típico norteamericano del Sur sin demasiadas agallas. Por el contrario, Jerry Lee Lewis ha dado durante años numerosas muestras de desprecio por las más elementales costumbres sociales, y si alguien se ha atrevido a decirle algo, él siempre ha dejado bien claro que sigue siendo The Killer (El Asesino).
Jerry Lee Lewis (Ferriday, Luisiana, 1935) era ya un profesional del piano a la edad de' 15 años. Tocaba boogie, rhythm and blues y country swing para una emisora local hasta que decidió presentarse con sus canciones en el estudio de grabación de Sam Philips, en Memphis. Pero Sam no estaba ese día allí, así que el primer contacto lo tuvo con su colaborador, Jack Clement. Jerry le dijo que podía tocar el piano como Chet Atkins. Clement quedó intrigado porque Chet Atkins tocaba la guitarra, no el piano; pero entendió lo que quiso decirle cuando oyó sus canciones, y le despachó rápidamente, después de una corta audición, con el consejo de que aprendiera un poco de rock and roll, que era lo que quería lanzar Sun Records. Tras varias visitas y otras tantas grabaciones, Sam Philips y Jerry Lee Lewis lanzaron la bomba: Whole lot of shakin going on (Sun, 1957).
Se vendieron más de un millón de copias de la canción, y Lewis se convirtió en cuestión de meses en una estrella. A Whole lot... le sucedieron canciones tan rotundas y apabullantes como Great balls of fire (Sun, 1957), High school confidential (Sun, 1958) y Breathless (Sun, 1958), con las que confirmó su talento y clase para arrollar en las listas de éxitos con efectivas y contagiosas incitaciones del tipo de Shake it baby, shake (Muévelo, chica).
Pero poco después, a mediados de 1958, Jerry Lee Lewis decidió contraer matrimonio con Myra Brown. Y ahí se desató el escándalo. Los periódicos descubrieron que era su tercer matrimonio (se había casado por vez primera cuando tan sólo tenía 14 años) y que Myra no había cumplido los 14, y, por si fuera poco, era prima del cantante (en tercer grado). De la noche a la mañana le acusaron de corrupción de menores y se encontró con todas las puertas cerradas. Y sin giras, actuaciones ni presentaciones en las grandes cadenas de radio y televisión, se vio condenado al ostracismo y a tener que sobrevivir tocando en pequeños clubes y locales de mala muerte.
Sin embargo, Jerry Lee Lewis no era un cualquiera. Podía tocar el piano con las manos, con los pies, con el culo y subido encima de él, sin que nadie osara perderle el respeto ni considerarle un gracioso o un idiota. En todo caso, un punk, pero con canciones de talla y una manera de tocar el piano que dejaba boquiabierto a cualquiera. Y si alguien, por simple ignorancia o desconocimiento de lo que había hecho o podía hacer, se atrevía a insultarle, se encontraba con la respuesta de un Lewis orgulloso y altivo: "¡Soy el asesino, tío. Y nadie corta al asesino!". Y si era necesario quemar el piano para demostrarlo, lo quemaba, como hizo en una ocasión en que tuvo que tocar de telonero de Chuck Berry en un show organizado por Alan Freed: acostumbrado a cerrar los conciertos con sus incendiarias canciones, le sentó como un tiro tener que tocar antes de Chuck Berry, en un momento en el que
ambos estaban en lo mejor de sus respectivas carreras. Así que, mientras se despedía con el "ole lot of shakin, roció el piano con gasolina, lo prendió fuego y dijo: "Me gustaría ver qué hijo de puta supera esto".
Todos los críticos y fans que tuvieron la oportunidad de verle en los años cincuenta recalcan la espontaneidad y fuerza de sus interpretaciones, muy distintas de las amaneradas y ensayadas apariciones de Elvis Presley. De ahí que cada una de sus actuaciones sea recordada como única. Durante los años sesenta, una vez olvidado el escándalo de su tercer matrimonio, Jerry Lee realizó varias giras por el Reino Unido. Cosechó siempre un gran éxito, aunque su estilo se fue orientando cada vez más hacia el country, haciéndose más reposado y nostálgico.
Pero, aun así, no ha perdido su mirada de asesino ni ha dejado de lado su repertorio más poderoso. Ni siquiera en las giras organizadas, en las que comparte carteles con otras luminarias del country ?cartel que siempre cierra él con su piano y su Whole lot of shakin?, se echan de menos sus primeros éxitos. En su repertorio entran también numerosas baladas, casi todas grabadas en los años sesenta, cuando decidió ser más un cantante country que un rockero apocalíptico. De hecho, entre 1968 y 1973 consiguió más de una docena de éxitos en Mercury /Smash con títulos tan memorables como Another time, anotherplace (Smash, 1968), What's made Milwaukee famous (Smash, 1968) o Drinkin wine spo?dee o'dee (Mercury, 1973).
Por entonces también se reeditaron con éxito varios singles grabados en los estudios de Sun Records, como Invitation to your party (Sun, 1969) o Wafting fo a train (Sun, 1970), canciones que en su día no alcanzaron las listas. Pero, exceptuando las grabaciones que realizó en Londres en 1973, con más de una docena de jóvenes músicos de rock como Peter Frampton, Rory Gallagher, Albert Lee o Gary Wright, sus últimos discos no han recibido demasiada atención fuera del ambiente country.
Y una vez más son las noticias sobre sus borracheras, desplantes, juicios y esponsales las únicas que saltan a los periódicos. Como la que daba cuenta (véase EL PAÍS del 26 de abril de 1984) de que había celebrado su sexto matrimonio, en Memphis, con Kerry McCaver, de 22 años, ocho meses después de la muerte de su quinta esposa. La nota recordaba que los tres primeros matrimonios de Jerry Lee Lewis habían acabado en sendos divorcios, mientras que sus dos últimas mujeres habían corrido peor suerte: la cuarta se ahogó en 1982 y la quinta murió de sobredosis de droga. Y a todo ello habría que añadir la pérdida de su hijo mayor.
Poco después de tocar en España (Madrid y Barcelona) formando parte del paquete country de Marlboro (verano de 1985), fue operado a vida o muerte en EE UU. Salió del hospital de Memphis con un poco menos de estómago. Pero eso no le ha impedido, al parecer, seguir grabando canciones y apareciendo en público, donde invariablemente ataca el piano con los tacones de sus botas.
Y es que Jerry Lee Lewis es de los que saben que el rock and roll vive de mitos como él, y siempre está dispuesto a satisfacer la curiosidad de los que van para ver cómo saca el peine del bolsillo de la camisa y lo pasa con toda chulería sobre su largo cabello ondulado, mientras espera los gritos de entusiasmo de sus fans. Aunque ahora ya nadie le insulta y siempre tiene el honor de cerrar los festivales en los que participa, como una leyenda que accede a dejarse ver y a oficiar el rito del rock and roll una vez más.
Muerto Elvis, Jerry Lee Lewis es uno de los pocos creadores del rock and roll primitivo que mantiene viva ?aunque sea con ayuda de la unidad de cuidados intensivos de Memphis? la llama de la rebelión ritual del rockero contra la masificación y la mansedumbre, si bien es cierto que sus rugidos ya no son lo que fueron. Aunque en el circo del rock lo que importa es mantener el tipo con las marcas del bisturí bien arropadas, como si nada hubiera pasado. Y si alguien le insinúa al Asesino de Luisiana que tiene mal carácter, como hizo una periodista de TVE en Barcelona, él contestará que no, que es un tipo muy simpático, pero que, por favor, no le molesten con ciertas preguntas, no vaya a perder su buen humor. Bastante hace con llevar las botas puestas