October 22, 2006

moscas en el ring/ el mausoleo de san vicente

Fui anoche al teatro a ver lo que traía la Volksbühne de Berlin: una ópera sobre la condensación emocional, la adrenalina y la cristalización (¿?) del amor llamada"Die Fruchtfliege" ("La mosca del vinagre"), con dirección de Christoph Marthaler. El director suizo pone en el ojo compuesto de la drosophila (el nombre científico de esa mosca) las irónicas respuestas a sus preguntas sobre los sentimientos, porque, según aclara, si en los '70 todo era interpretado por el psicoanálisis, ahora todo lo explica la genética (en alguna línea de su exquisita puesta, se asegura que los protozoos ya sufrían celos incontenibles).

Hoy desayuné viendo las "galerías de fotos" con que los diarios ilustraron el 17 de octubre en el mausoleo de San Vicente. Un ataúd y una fecha, sesenta años y miles de criaturas después.

Unas páginas más adentro, doy de nuevo con la mosca del vinagre, esta vez protagonizando la breve reseña de un experimento sobre su agresividad con los de su especie. Cuentan los biólogos californianos que seleccionaron a los machos más hostiles de drosophila para convertirlos en los padres de la siguiente generación de moscas de laboratorio, y que, tras algunas generaciones menos agresivas, llegó la vigesimoprimera, con unos machos 30 veces más violentos que sus peleones ancestros.

Lo que sigue no es apto para seres sensibles tras un 17 de octubre argentino: Dierrick (uno de los investigadores) les cortó la cabeza a cien ejemplares macho, molió las cabezas y midió los cambios en la actividad de sus genes cerebrales. En las moscas más agresivas, había cambios en unos 80 genes. Según los científicos, el objetivo es llegar a dilucidar los circuitos que ordenan conductas y comprender qué enfada tanto a las moscas... y a los humanos.

Esto fue finamente seleccionado de un blog muy interesante cuyo nombre ahora no recuerdo.