January 8, 2006

El trabajo del duelo como elaboración de una pérdida

El trabajo del duelo constituye una reacción psicológica normal frente a una situación traumática ocurrida a una persona. La mayoría de los sujetos afectados muestran una serie de síntomas característicos, y siguen para la elaboración del acontecimiento un conjunto de etapas. No obstante, en ocasiones se presentan dificultades que frenan el proceso, pero que pueden ser superadas con las indicaciones y el apoyo adecuados.

Definición
En su texto de 1915 (Duelo y Melancolía) el psicoanalista Sigmund Freud introdujo el término de duelo para referirse a un afecto normal que se presenta en los seres humanos como "reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc." En este sentido el duelo no solo se presentaría frente a la muerte de un ser querido, sino también en relación a situaciones que impliquen la evidencia para el sujeto de una falta, o de algo que ha de dejar atrás y que no volverá a recuperar, pero que deja siempre un recuerdo. Así por ejemplo, el duelo se desarrollaría frente a la partida de un amigo o familiar, por la pérdida de un objeto, ante la necesidad de cambiar de domicilio, ya sea de manera voluntaria o bajo amenaza (como ocurre en el desplazamiento forzado).

En todo caso, aquello que la persona echará de menos es algo que conoce de manera consciente y que valora igualmente. De allí la afirmación implícita de Freud en su texto: en el duelo la persona sabe a quién perdi- y lo que perdi- con este objeto.
En todo caso, el duelo corresponde a un proceso psicológico que se presenta en una persona frente a una situación traumática, la cual implica una pérdida y a la vez genera pesar (grief). Mediante el trabajo del duelo se busca que la persona acepte la pérdida, readaptándose a la nueva realidad de ausencia del objeto, condición esencial para la elaboración normal del duelo.
Existe también en el doliente una disminución en el interés por el mundo exterior en todo lo que recuerde al muerto, la capacidad de amar y de escoger algún nuevo objeto de amor se ve también afectada, al igual que la productividad y el área laboral. Las manifestaciones de angustia, culpa, pánico (en algunos casos), desesperación, apatía y desesperanza están también presentes. En algunos casos se evidencian pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida, o tentativa para llevarlo a cabo.
Los síntomas psicológicos anteriores se asocian frecuentemente con otros físicos: migraña, olcera, colitis, problemas respiratorios, palpitaciones, sudoraciones. Se puede presentar una disminución en las defensas del organismo, lo cual facilita la infección y el contagio de diferentes agentes.

Trabajo del duelo
A partir de diferentes estudios se ha encontrado que en el Trabajo del Duelo la persona afectada pasa por una serie de pasos, en un intento por enfrentar y elaborar la situación traumática (tabla). No obstante, el orden de estas etapas no es rígido, de tal forma que el sujeto podría omitir, o repetir una etapa una y otra vez, especialmente cuando el lapso de tiempo es muy largo.

La primera reacción frente a la noticia de una pérdida es la de incredulidad, acompañada de sensaciones como aturdimiento y shock, seguidas por la puesta en marcha del mecanismo de negación. La persona siente que no es posible estar viviendo una situación como la que le ha tocado. Busca de todas formas esconder y alejarse de la realidad en un intento por amortiguar el peso de la noticia.

La segunda etapa corresponde a la experiencia y expresión de sentimientos de rabia e ira. La persona se convierte en alguien difícil de tratar ya que la relación con ella se torna agresiva. Expresa también sensaciones de molestia, desagradecimiento y descontento. El sujeto asume además una posición de crítica excesiva hacia sí mismo y aquellos que lo rodean. Detrás de todas estas expresiones se encontraría implícita la pregunta "¿Por qué yo? ¿Por qué no usted?" en la medida en que siente que la desgracia, el empobrecimiento, la pérdida y en últimas la muerte está de su lado, mientras que el bienestar y la vida están del lado de los demás.

Durante la tercera etapa, la de negociación, la persona disminuye la agresividad ya que hay una aceptación parcial de la realidad irreversible. Esta transacción se realiza, para las personas creyentes, con Dios. Hay una pregunta esencial por el tiempo: ¿por qué ahora? Se trata de una fase en la que persiste algo de esperanza porque el objeto o la circunstancia perdida pueda ser recuperada. En todo caso estarían presentes de manera simultánea aspectos relacionados con la ausencia real del objeto, y la fantasía de que ésta es parcial y reversible.
La depresión constituye el cuarto paso en el proceso de aceptación de la pérdida. La persona manifiesta en esta etapa una actitud de apatía y silencio en relación al mundo exterior debido a que se asume ahora la ausencia del objeto. Así, el sujeto comienza el doloroso y difícil trabajo psicológico para desapegarse de éste. De manera progresiva la persona deja de aferrarse a la imagen que tiene de la persona o situación perdida, retirando de ella la energía psíquica (libido) con la cual estaba revestida (proceso que lleva el nombre de decatectización). Eventualmente se dejan atrás también las expectativas y todas las representaciones mentales relacionadas con el objeto perdido.

La última etapa es la de aceptación y paz: se evidencia que la energía mental retirada de los objetos se concentra en el yo del sujeto, de tal forma que la persona experimenta una estado temporal de narcisismo. La atención se centra entonces en el sí mismo, en detrimento del mundo exterior y de las demás personas. Se acepta ahora aquella situación de ausencia que no es posible cambiar, a partir de lo cual se vive una sensación simultánea de tristeza y serenidad.

Luego de cierto tiempo, el sujeto vuelve a sus actividades cotidianas. De igual forma, las capacidades mentales del doliente vuelven a su estado normal.

Imposibilidad para culminar de manera exitosa el trabajo del duelo
Entre los indicadores del duelo "patológico" o "anormal" están la sensación de culpa en el doliente, por las cosas más que por las acciones, recibidas o no por el superviviente, en el momento de morir la persona. Además se haría evidente en el sujeto cierto pensamiento de muerte más que la voluntad por vivir, con el sentimiento de que el vivo debería haber muerto con la persona fallecida. Hay una preocupación mórbida con sentimientos de inutilidad; enlentecimiento psicomotor; deterioro funcional acusado y prolongado; y experiencias alucinatorias distintas de las de escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida.

Se establece también que el sujeto puede considerarse culpable de la muerte ocurrida, la niega, se cree poseído o influido por el difunto, y cree padecer la misma enfermedad que produjo la muerte de éste.

Ahora bien, la persistente bosqueda de unión con el objeto perdido es el principal motivo presente en el duelo patológico. Los síntomas antes anotados se manifestarían a partir de que la persona no ha cortado la relación libidinal mental con el objeto. Entonces son puestos en marcha los mecanismo psicológicos de identificación y de despersonalización. El primero implica que la persona incorpora atributos, gestos o actitudes del objeto perdido, por ejemplo, padecer la misma enfermedad que aquejaba al objeto. Mediante el segundo, la persona se siente perpleja y extraña, experimentando que algo en lo profundo de sí mismo y en el mundo exterior está cambiando.

Conclusiones
El trabajo del duelo constituye un proceso que debe ser llevado a cabo de manera exitosa por aquellas personas golpeadas por un acontecimiento vivido como traumático. Cada individuo, de acuerdo a la magnitud de la situación y a la fortaleza de las herramientas mentales con las cuales cuenta, además del apoyo de otros, llevará a cabo el proceso de manera particular. Su terminación permite a aquellos afectados volver a su vida normal, reconstruyendo su cotidianidad y utilizando esa energía liberada ahora del objeto perdido para emprender nuevos retos, nuevas relaciones, nuevos sueños.

Consejos prácticos
Frente a una situación traumática resulta conveniente tener en cuenta los siguientes aspectos, los cuales permitirán sobrellevar mejor la experiencia:


Es importante desahogarse, que la persona afectada hable de su dolor a otro que lo escuche con interés. De esta manera comparte su experiencia y la repite simb-licamente, en un intento por elaborarla.

Conviene conocer los aspectos implicados con la pérdida y el proceso del duelo, de tal forma que la persona sepa que se trata de algo normal y momentáneo.

El dolor y la desazón que se experimentan no se resuelven saliendo de viaje o dejando la casa en la cual se vivía con la persona que se ha ido, mucho menos desapareciendo todo lo que tuvo que ver con el objeto perdido. Más importante que los cambios en el mundo exterior resultan los procesos mentales (internos) que llevan a culminar el proceso del duelo. Luego de este momento resultaría conveniente emprender remodelaciones en la casa, viajes y demás actividades que no lleven ya la intención de borrar fallidamente recuerdos que sin duda alguna traerán dolor.

Para conservar el recuerdo del que se ha ido es recomendable guardar algunas pertenencias que se consideren valiosas. El resto podrá ser desechado cuando el dolido así lo considere. Guardar todo tal y como qued- o botar compulsivamente hasta el último detalle relacionado con la persona perdida son igualmente inconvenientes. Cada una de estas decisiones debe tomarse según los criterios y deseos particulares del doliente.