Algunos dicen que los cantantes de blues viven llorando su borrachera. Pero yo no tomo.
No creo que el hombre esté destinado a saberlo todo de una vez.
Este año voy a tocar en unos 180, 190 conciertos. Pero eso es un poco menos de lo usual. Estuve haciendo un promedio de 230 o 240. En 1956 toqué 342 noches. Es cierto que en aquel entonces era joven y ya estaba haciendo algo que amo hacer. Pero no me di cuenta hasta que, a fin de año, mis agentes me dijeron: “B.B., ¿sabés cuántas fechas hiciste?”. Incluso entonces me sorprendí.
Estuve casado dos veces. La mayoría de las mujeres preferirían no estar casadas con un cantante de blues que anda de gira.
Mi último divorcio fue en el ‘68. Lo destruyó una promesa. Le había prometido a mi mujer que el año siguiente yo no iba a trabajar tanto. Pero después tuve problemas con el fisco y tuve que mantener el ritmo de trabajo para pagarle al gobierno. Entonces ella me dijo que le había mentido, que es algo que nunca hice. Intenté explicarle que las circunstancias me habían empujado. Pero, por supuesto, ella me siguió diciendo: “¡Lo prometiste!”.
Un tiempo atrás, un maestro de escuela me trajo las notas de algunos chicos que habían leído mi libro. La mayoría de ellos se había sacado un 10. Algunos decían: “Bueno, ama a las mujeres”, y no es mentira; las amo. Pero una jovencita escribió: “Está loco por las mujeres. Me daría miedo quedarme sola con él en una habitación”. Quiero que esa chica sepa que no soy tan malo; puedo controlarme. Pero no es mentira. Amo a las mujeres más que nada.
No es que quiera acostarme con todas. Quiero aclarar eso. Es como mirar una rosa. Una rosa es una rosa. Es linda. Pero eso no quiere decir que uno quiera arrancarla y ponérsela en la solapa. Tengo un excelente equipo médico. Está el doctor Viagra, el doctor Cialis y la enfermera Levitra. Ellos me mantienen, eeeh, erguido.
La guitarra que estoy tocando es una Lucille #16. Existe, de hecho, una #17; me la regalaron cuando cumplí 70 años. Pero nunca la llevo de gira porque tiene mi retrato. Me gusta sentarme en mi casa y simplemente mirarla.
Me saco el sombrero ante los músicos más jóvenes. Siempre se aparecen con ideas en las que nunca pensé. Antes me odiaba por eso, y pensaba: ¿cómo no se me ocurrió?
Solía tener un debilidad por el juego. Pero me mudé a Las Vegas hace treinta años, y eso me curó el vicio. Además, mi manager anterior me enseñó algo: me dijo que antes de salir para el casino con ganas de apostar, hiciera un cheque. Es una de las cosas más inteligentes que me han dicho jamás. Porque al día siguiente, cuando a uno le rechazan ese cheque, se da cuenta de la cantidad de dinero que ha desperdiciado, del dinero que podría haberle dado a su familia o a su novia. Hasta podría haber pagado un viaje al Mississippi para arrojarlo ahí. Eso es lo que me curó: darme cuenta de cuánto era lo que estaba desperdiciando.
El agua de la fuente blanca no fue ni un poco más rica que la de la fuente negra.
Cuando íbamos a la escuela en Mississippi, teníamos “Little Black Sambo”. Eso es lo que aprendías: cada vez que algo no andaba bien, se lo llamaba “negro”. Tenías un lunes negro, un viernes negro, una oveja negra... Por supuesto, todo lo demás, todo lo bueno, es blanco. Blancas navidades, etcétera. Hay que prestarle atención al lenguaje, escuchar lo que realmente está diciendo.
Cuando era chico, me enseñaron que un hombre debe defender a su familia. Cuando el lobo quiere entrar, uno debe defender la puerta. El lobo debe pasar por sobre tu cadáver si pretende entrar a la casa y devorar a tu familia.
Soy un chico de campo. Amo la naturaleza. No necesito cosas sofisticadas. Tengo un buen auto, es cierto. Pero tengo un camión viejo que me enloquece. Me gusta agarrar mi cámara, subirme al camión y trepar las colinas de las afueras de Las Vegas. Eso es el cielo para mí: estar en la naturaleza, sacar fotos de la vida silvestre.
Con el gobierno de los Estados Unidos... no sé. No sé qué es lo que ven. Nunca te lo van a contar todo. Y mientras, nosotros leemos tantas cosas de las que no sabemos toda la verdad. ¿Qué es lo que está pasando realmente? ¿Quién sabe?
No tengo una canción favorita entre las que compuse. Pero sí tengo una canción favorita: “Always on my Mind”, en la versión de Willie Nelson. Si pudiera cantarla como él, la cantaría todas las noches. Me gusta la historia que cuenta. Dice: “Quizá no te escribí –le habla a una mujer– cuando debería haberlo hecho. O quizá no te llevé a comer, no te llamé cuando debí, o no te amé como debería haberlo hecho. Pero siempre te tuve presente”. Yo me he sentido así muchas veces en mi vida. Es algo que viene a ser parte del espectáculo. ¿Qué hacemos? Tan sólo compartir pensamientos que muchos tienen. Vas a ver una película y llorás. Es porque en la pantalla pasa algo que también te pasa a vos o a alguien conocido. No importa si sos gay o heterosexual, negro o blanco, todos tenemos el mismo problema: el amor. Es universal.
No me gusta que alguien esté enojado conmigo. Prefiero tener amigos. Si alguien se enfurece conmigo por algo o piensa que estoy en falta, me pongo de rodillas para disculparme. Simplemente creo que la vida es mejor así.
Así respondió B.B. King, a los 80 años, a la sección “Lo que sé” de la revista Esquire.