January 16, 2006

Sexo Salvaje


"¿Te acostaste con ella, verdad?"*


El comportamiento humano es tan parecido al de los animales, sobre todo en materia sexual, que no es más que la ratificación del parentesco de sus instintos. Unos y otros sienten celos y son posesivos con sus parejas; despliegan técnicas de seducción, son infieles y polígamos y también tienen relaciones homosexuales. Salvo el lenguaje articulado –y la moral, claro está– no presentan mayores diferencias en sus comportamientos sexuales, que hacen parte de una misma naturaleza salvaje. Y es que como sostiene Desmond Morris en su libro El mono desnudo, los seres humanos son primates erguidos antes que ángeles caídos, aunque ellos crean lo contrario.

El canal National Geographic presentó en diciembre la serie Sexo Salvaje con títulos que bien podrían ser capítulos de tratados de sexología humana: Hembras fatales, que desmitifica la creencia de que el sexo femenino es dócil y pasivo per se; Machotes, sobre cómo en el reino animal, algunos machos deben realizar increíbles y agotadoras maratones sexuales, luchar con sus rivales y aún tener energía suficiente para producir miles de millones de espermatozoides sanos; Sexo libre, que muestra un mundo de sexo peculiar y desenfrenado, sexo sin reproducción y reproducción sin sexo, habitado por transexuales, travestis, asexuales y hermafroditas, en el cual la masturbación y la homosexualidad son parte de lo cotidiano; Seducción agresiva, que ilustra cómo si los animales no anuncian su sexualidad a través de la fuerza, deben encontrar otras estrategias de venta, trucos para atraer a su pareja; Promiscuidad, que revela no sólo lo rara que es la monogamia en el mundo animal, sino la proliferación de sexo grupal; y Libido, que demuestra que el sexo no sucede así como así, sino que necesita motivación: la necesidad de prolongar la especie en algunos casos, la búsqueda del placer en otros y en otros más, llegar al límite.

En cada capítulo, el narrador humaniza las situaciones, crea ambientes con su voz, y la música acompaña amaneceres y anocheceres mientras los animales copulan o los espermatozoides avanzan en busca de un óvulo para fecundar. Pero también hay dolor –el de las hienas con sus clítoris salientes– y el inicio homosexual de los delfines, la calentura permanente de los leones marinos, los orgasmos de los micos y la seducción de las leopardas para escoger el macho, entre otras muchas situaciones.

Si Pasolini causó revuelo y crujir de dientes con su película Saló y los 120 días de Sodoma por la bestialidad de las demandas sexuales de los protagonistas y la crudeza de algunas prácticas, este seriado de televisión no hace más que confirmar que en materia sexual nada es más certero que el deseo animal.

Galantería y seducción fatal
Las semejanzas no se dan sólo en los momentos del coito. Como los hombres, los animales también coquetean y exhiben las mejores técnicas de seducción. De la misma forma que un hombre intenta atraer a una mujer haciendo gala de sus mejores cualidades y mostrándose magnífico y generoso para anticipar así que será un buen proveedor, el verderón, un pájaro de la familia del jilguero, busca y captura presas más vistosas y sabrosas que las que suele comer sólo para quedar como un príncipe ante la hembra que quiere conquistar; el grillo mormón ofrece falsas cápsulas de esperma y los lemures un olor insoportable para los humanos.
"La monogamia es un invento judeocristiano. Los mamíferos tienden siempre a la poligamia." Pilar Salazar, bióloga
Y así como hay galanes también existe la femme fatale, la devoradora, que deja un hálito de muerte por donde pasa. Es la hembra de un artrópodo, la mantis religiosa, que camina con suavidad para atraer al macho, pero que luego, con increíble rapidez, lo atrapa con su patas delanteras y despúes del ayuntamiento lo mata, no sin antes guardar la carne de los órganos sexuales del macho para la última parte del festín y el último impulso frenético.
Experiencia similar a la de la protagonista de El imperio de los sentidos, película japonesa que narra una intensa y delirante relación sexual que lleva al erotismo a su última dimensión y acaba en el acoplamiento de una pareja en el nivel absoluto: la muerte. El deleite alcanza su mayor plenitud en la agonía y la pareja conoce esa experiencia límite a la que pocos se atreven a llegar.

Poligamia y demás
En la naturaleza, pocas especies animales forman parejas estables o monogámica. Los animales mantienen más de un vínculo sexual durante el período de reproducción y crianza. Una situación que no es nada alentadora para los seres humanos que sufren con la infidelidad de sus parejas y que han sido educados con la idea de que el hombre es monógamo.
La monogamia del hombre occidental, esa relación exclusiva entre dos individuos con un vínculo establecido, es una creación social, cultural, no una tendencia natural. "El hombre es polígamo –explica Pilar Salazar, bióloga de la Universidad Javeriana, experta en comportamiento animal–. La monogamia es un invento occidental judeocristiano, pues los mamíferos –y el hombre es un mamífero– tienden siempre a la poligamia". Santiago Monsalve, veterinario del Zoológico de Barranquilla, explica con un ejemplo por qué la poligamia en los animales es una cuestión puramente fisiológica: "Si se le pone un toro a una vaca en celo, después de montarla éste se tarda unas cuatro o cinco horas para volver a hacerlo, pero si le ponen otra vaca, lo logra a la media hora".
Sólo algunas aves son monógamas, como los papagayos, los pingüinos y las codornices, entre otras, y algunas otras por exclusiva necesidad de supervivencia. Es en resumen, la excepción. Es que, al fin y al cabo, entre los hombres no se considera que hay poligamia cuando se trata de relaciones sexuales casuales, amoríos, encuentros fortuitos...
Y en cuanto a la homosexualidad, por lo menos se presenta en 450 especies, desde insectos hasta mamíferos, conducta que los etólogos atribuyen, sobre todo, a la necesidad de liberar energía sexual con lo que esté al alcance cuando escasean las hembras o cuando están en cautiverio. Aunque cerdos y micos saben también de la homosexualidad, no como una cuestión de orientación sexual, sino como un juego de poder. Al igual que en algunas sociedades secretas que sólo permiten al líder relaciones con los seguidores en los ritos de iniciación o para demostrar su fortaleza, los cerdos tienen prácticas homosexuales para probar su dominio y superioridad.
Tampoco son ajenos hábitos como la masturbación, que se observa, por ejemplo, en los puercoespines que se autoexcitan con palos y que, además, acuden a técnicas consideradas bizarras, como la de usar orina en el acto sexual –el macho micciona sobre la hembra para realizar el apareamiento–, y hay también entre los animales sexo oral, como se observa en las cabras de monte. En cuanto al orgasmo, tradicional panacea del sexo entre los seres humanos, a diferencia de la mayoría de las mujeres, que son orgásmicas, se sabe que sólo las hembras de una especie de micos de Madagascar lo experimentan, pero también que, como la especie humana, sólo pocas especies se amanceban por placer: los delfines y los chimpancés, siendo otrp tipo de monos, junto al hombre y la mujer, los únicos que se miran el uno al otro durante el acto sexual.
La serie de National Geographic permite concluir que en materia de sexo todo vale, y obliga a repasar las teorías de Morris, quien sostiene que el hombre debería despojarse de su arrogancia para hacerse consciente de su procedencia, la única forma de aportar conocimiento sobre la especie.

Más que animal
No cabe duda de que los factores biológicos condicionan las conductas sexuales, pero también es cierto que, como afirma el antropólogo social Juan Camilo Niño, son los factores sociales y culturales los que hacen la diferencia. "Somos animales pero animales especiales –dice Niño–. Por ejemplo, somos capaces de administrar nuestra libido según las demandas culturales, y eso nos diferencia enormemente de los animales".

Por otra parte, y en una dirección distinta apuntan las teorías del psicólogo Geoffrey Miller, quien asegura que rasgos característicos del ser humano como el lenguaje articulado, el fervor religioso y el humor son demasiado inútiles como para haberse desarrollado con el único fin de prolongar la especie, y sostiene que aparecen sólo para servir de ayuda en el juego del cortejo y el apareamiento.

*este articulo venía con otras ilustraciones, pero el de las mantis lo encontré googleando y me encantó.